La empecinada negativa de Biel Barceló a hacer lo que la lógica demanda, que es presentar la dimisión y abandonar la vida política, al menos la pública, sume a Més (al PSM camuflado en su seno también) en un conflicto irresoluble mientras el vicepresidente y conseller de Turismo persista en su encastillamiento. Més ha desmochado concienzudamente su más preciado discurso político: el del regeneracionismo y la constante denuncia de la corrupción. Qué puede decir alguien de lengua tan desatada como David Abril sobre el embravecido océano de corrupción que zarandea al PP. Nada. De enunciar ahora su acostumbrada cantinela sobre las tramas corruptas de la derecha, se le replicará que mire lo que alberga en su domicilio político y proceda en consecuencia. Biel Barceló ha dejado a Més sin discurso. Sin relato y, lo que puede ser más peliagudo, sin aparente escribidor para 2019.

Al conocerse los tejemanejes de Garau, Muñoz y demás cofrades del nacionalismo pesemero, los viejos budas del partido, retirados, pero siempre con ganas de hacerse oir, hicieron lo que el manual del pésimo político prescribe para tales casos: lanzar al vuelo la especie de que, otra vez, se ponía en marcha una campaña para desprestigiar al nacionalismo progresista. Fue, exactamente como en el PP antes de que la inundación alcanzara la altura que ha requerido medidas de contingencia extremas para salvar la continuidad de M. Rajoy. Los budas, envidiosos, pero todavía concernidos por la máxima de que los míos siguen siendo los míos pese a la injusticia de habernos jubilado, presurosamente procedieron a descalificar las denuncias. Barceló, cariacontecido, prometió eliminar las excrecencias por las que aseguró sentirse especialmente afligido. Ahí es nada: le han fallado, se han convertido en ranas, al modo de Esperanza Aguirre, gente de su círculo íntimo, los Garau, Muñoz y hasta le ha defraudado la jovial Carbonell, a quien se ha llevado por delante un exceso de empatía con quien siempre hay que mantener a considerable distancia al desempeñarse cargo público.

? Barceló era el primero en tener que irse. Al no hacerlo es cuando las dimisiones de los subalternos quedan amortizadas de inmediato. La continuidad de Barceló en la vicepresidencia del Govern y en la conselleria de Turismo calcina a Més, lo deja a los pies de los caballos de la oposición, que puede y debe no solo cargar contra Més sino hacer extensiva su descalificación a la presidenta Armengol, incapaz de solicitar o decretar la dimisión de su vicepresidente.

En Més ha quedado aclarado que no quieren para sí lo que siempre han demandado para los otros, la completa asunción de las denominadas responsabilidades políticas: desaparecer adecuadamente de escena cuando acontece lo sucedido en la consellería de Turismo, transmutada en una charca en la que han chapoteado sus ranas.

Dando por seguro que Barceló continuará en el Govern, si hay que hacer caso a lo que ha manifestado, que, además, ha sido avalado por Armengol, bueno es detenerse en plantear cómo afrontará Més las elecciones de mayo de 2019. Se supone que obligarán a los David Abril a mantener un monacal silencio. Tampoco podrán exhibir en demasía su natural querencia hacia el independentismo republicano: han comprobado que los tiempos no están maduros, que todavía no se ha entrado en sazón para hacerlo. Entonces, qué, cuál será el acerado discurso con el que Més presentará sus credenciales en la batalla electoral. Le será complicado hacer olvidar lo que ha sido su deambular por el tercer gobierno de coalición de las izquierdas, sin duda mejor y más decisivo que los dos anteriores, fácil objetivo al alcance de cualquiera dada la inoperancia con la que se manejó el senador Antich en el Consulado del Mar.