Diario de Mallorca

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Me reconforta leer unas declaraciones de Jean-Claude Juncker: "No vamos a ser benévolos con las injerencias de Rusia". El político luxemburgués, poco escrupulosos en cuestiones fiscales en su propio país, ha demostrado sin embargo su talla personal de estadista al gestionar la cuestión catalana desde Bruselas con mano firme y seria: " Si Puigdemont creyó que íbamos a apoyarlo, debería desengañarse", dice en la misma entrevista.

La injerencia de Rusia en el conflicto catalán está acreditada. Los servicios secretos europeos dan fe de ello. Además, el inquietante cui prodest? -a quién beneficia?„ no ofrece lugar a dudas: Rusia disputa puerilmente la hegemonía en el hemisferio a Europa Occidental, y las rupturas de la unidad europea (el 'brexit'), los separatismos, las crisis provocadas por los extremismos favorecen este interés de Moscú. De un gran país que no es una democracia, que está pilotado por un sujeto con poderes extraordinarios y que gobierna mediante técnicas claramente dictatoriales.

En España, hemos sido demasiado cautelosos en este asunto. El Gobierno español he señalado a Rusia y a Venezuela como origen de la injerencia, pero no necesariamente a los gobiernos de esos países. Es impensable que "Rusia" agreda a Occidente sin que Putin tenga algo que ver. Y aunque es prudente y razonable que España se ampare bajo el paraguas comunitario y atlántico, quizá sea llegado el momento de realizar algún gesto dramático en apoyo de Crimea, de la libertad de Ucrania y contra la marrullería autoritaria de Vladimir Putin.

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