Diario de Mallorca

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Tengo fobia a la burocracia. Al papeleo. Al vuelva usted mañana, al le falta un papel o una póliza o una fe de vida. Fobia a los laberintos administrativos, al rellene este impreso por triplicado y al coja número y vaya a la ventanilla dos pero antes a la ventanilla tres. Eso en los tiempos cibernéticos. También hay burocracia en internet, siempre falla una pestaña o no se descarga un formulario o el sencillo trámite es una hora de ordenata perdiendo los nervios. Siempre he achacado al anarquismo que ponga el acento en la lucha por abolir el Estado pero no en abolir la burocracia. Que nos persigue y nos tortura. Es como una enorme mancha de aceite en la que sin embargo algunos compañeros de especie se mueven con soltura y hasta viven bien y agrandan su panza, su ego y su existencia. Pero a los demás nos mancha y achica y empequeñece y acobarda. Nos resta ánimos y espíritu emprendedor.

Un saludito a esos antipáticos congéneres que en la administración y también, mucho, en la empresa privada encuentran sentido a su vida y jornada laboral poniendo pegas. Poner pegas es muy español. No. No y no. No por sistema y le falta un requisito y envíeme la factura de nuevo que es que el jefe de negociado del secretario del interventor de la madre de la prima del subsecretario del área ha dicho que es mejor así porque podría inducir a error la falta de firma en el formulario veintidós apartado cuarenta y siete del anexo trescientos, línea veintisiete. Joder qué hartura. Es más fácil romper España que cumplimentar algunos requisitos burocráticos. Está cerrado. Vuelva el lunes. Llame en media hora. Aquí no es. Por quién pregunta. No tiene cita.

Estoy listo de papeles. Nacido sin papeles. Estado civil sin papeles. Vaya papelón. ¿El burócrata nace o se hace? ¿Qué fue antes el huevo o la burocracia? «El papeleo es el alma de Rusia, la agricultura es sólo su estómago», nos dejó dicho un pensador de esas latitudes. O sea, que es un mal universal. Parece. «En algunos países latinos la burocracia parece que se ha establecido para vejar al público», escribió Baroja, que era gruñón y enfadoso y a cuya prosa volvemos de poco en poco para reírnos de los que (con prosa pomposa y torpe) dicen que la suya, la de Baroja, era una prosa desaliñada. Igual al pobre le faltó alguna vez un papel. Pero al menos él tenía boina para correr a más de uno a gorrazos. De la ventanilla dos o la tres. Mañana.

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