Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ruedo ibérico

Existe un movimiento bastante discreto, pero no por ello menos real, que propone una suerte de unión entre España y Portugal. Pero, ojo, no se trata, como asegura Paulo Gonçalves, de una fusión de ambos estados, sino de una estrategia mucho más pragmática y menos dada al abrazo emocional entre hermanos que, a buen seguro, causaría muchos recelos en cuanto a soberanía se refiere. Es importante esta aclaración del fundador del Movimiento del Partido Ibérico, ya que desde el sector portugués hay un cierto y comprensible temor a que su país se vea absorbido o disuelto en una unidad mayor, en este caso, España. Por supuesto, existen vínculos fraternales, geográficos y vitales. Pero dado que los sentimientos pueden llegar a ser, debido a sus excesos, contraproducentes, aquí lo que de verdad importa es crear una asociación de intereses comunes, sin absorciones ni dominaciones.

Cuando vivía en Portugal, tuve la oportunidad de hablar sobre este tema y, de paso, conocer un poco el paño. Los hay que apuestan por la creación de una Confederación de Estados Ibéricos, pero siempre desde el pragmatismo. También los hay que, simplemente, querrían una unión fraternal llamada Iberia. Y, por supuesto, los hay que no quieren oír hablar del tema, pues sienten cierta aprensión ante un probable debilitamiento de Portugal. Aun así, admiten que existen muchos puntos en común y, por descontado, se apresuran a añadir, muchos puntos divergentes. Pero eso ocurre en muchos proyectos de gran envergadura, que acogen modos de ser distintos. De alguna manera, el tema del iberismo siempre está ahí, latente, aunque ahora emerge con más pujanza.

Mi querencia por Portugal es notoria, y a mí también me disgustaría que este pequeño país que, en muchos aspectos, supera a su vecino de rellano español, se viera engullido por el desparpajo y, a menudo falta de tacto, hispánico. Ahora bien, son muchos los españoles que están descubriendo a su discreto vecino luso y subrayan su atracción por esta nación, presidida en la actualidad por el dicharachero Marcelo Rebelo Sousa. Los portugueses, mucho más detallistas, minuciosos, analíticos y corteses que nosotros, los españoles, siempre han tenido la delicadeza de aprender idiomas. Para ellos, el castellano es una lengua para nada ajena. Sin embargo, desde nuestro lado, la delicadeza pierde enteros y a la hora de hablar portugués, en general, acabamos chapurreando un portuñol que, al fin y al cabo, los portugueses aceptan con simpatía y resignación, sabedores ellos de nuestra torpeza idiomática. En cualquier caso, no hay que perder de vista este movimiento ibérico, que además de hermanar sensibilidades también puede llegar a ser una opción provechosa, siempre que se use la inteligencia. Para ello, es necesario mostrarse muy cuidadosos y no caer en tics dominadores ni en el desprecio hacia el país menor, pues no hay que olvidar que este país menor, Portugal, nos supera en algunos campos. Sin ir más lejos, en el sector del medio ambiente, mucho más sensible, y reconocido como modelo en Europa.

Aprendemos de ellos el respeto y la delicadeza, la suavidad de formas y la escucha del otro. No seamos tan soberbios. Portugal es un país que ha sufrido mucho en silencio y que, ahora mismo, se está recuperando de una intervención de gran calado. Precisamente, viví allí durante los nefastos años de la troika, y ahora me alegro mucho por este país querido que se está recuperando a buen ritmo, aunque apenas nos lleguen noticias suyas debido a la ya ancestral costumbre de hacer oídos sordos a lo que se cuece en Portugal. Ya es hora de dejarlos de mirar por encima del hombro. Sin duda, juntos podemos ser más fuertes, pero eso no implica fusión alguna, sólo amistad y cooperación. Ha llegado el momento de echarse una mano. O las dos.

Compartir el artículo

stats