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Antonio Papell

Responsabilidades personales

El ´procés´ ha estado en manos de personajes que no han pasado por los procesos de selección pertinentes que hubieran asegurado su competitividad política

Condorcet, filósofo de grandes vuelos y uno de los grandes activistas liberales de la Revolución Francesa, reflexionó en su tiempo sobre los efectos de la calidad de los políticos. A su juicio, los "hombres de acción"... "con muy pocas excepciones se dejan guiar por ideas estériles, prejuicios ignorantes, ecos de consignas vacías". Por el contrario, los "hombres pensantes", "o tienen muy poco poder, o están poco inclinados a participar en rehacer el mundo, que durante tanto tiempo ha estado atrapado en un mal de guerra y pobreza e injusticia"€

La cita permite entrar a reflexionar sobre el papel desempeñado por ese conjunto de ´hombres de acción´ que, atendiendo a un equívoco y desde luego insuficiente mandato popular, han llevado a Cataluña a los abismos a los que se ha visto abocada. López Burniol ha entrado por primera vez en este asunto, seguramente clave para entender el colosal despropósito: "La publicación en castellano del libro de Margaret MacMillan Las personas de la historia -ha escrito el articulista— me ha reafirmado en una vieja idea: la de que el talante, cualidades y limitaciones de los dirigentes políticos inciden directamente en el decurso de los acontecimientos y, por ende, en la vida e intereses de millones de ciudadanos que sufren en sus carnes las consecuencias de los aciertos y de los errores de sus mandatarios. Estos son a veces personas responsables, con una formación y una experiencia suficientes, unos conocimientos que los hacen aptos para la función que desempeñan y una rectitud de conducta homologable. Pero en otras ocasiones son unos insensatos, con un bagaje cultural y profesional limitado cuando no deficiente, un orgullo desbordado y unas pautas de acción francamente discutibles.

Efectivamente, tras la marcha de Jordi Pujol en 2003 (Miquel Roca ya se había marchado antes), la política catalana ha bajado considerablemente de nivel. Y el ´procés´ ha estado en manos de personajes que, o bien no han pasado por los procesos de selección pertinentes que hubieran asegurado su competitividad política e idoneidad intelectual, o han llegado sencillamente a la política por la sencilla razón de que los más valiosos —los mejores, que reclamaba Ortega para estos menesteres— han decidido dedicarse a otra cosa, dado el descrédito que aqueja a la política española/catalana.

? El caso más claro, ha sido el de Puigdemont, quien llegó azarosamente a la presidencia de la Generalitat proveniente de la alcaldía de una ciudad de provincias, sin notoriedad previa e incluso sin el rodaje que puede suplir a veces algunas incapacidades. Como se recordará, el presidente de la Generalitat que ha provocado directamente la catástrofe y que sigue comportándose como un histrión a su término desde su exilio belga, fue la solución de recambio improvisada por Artur Mas cuando la CUP se negó definitivamente a entronizarle a él mismo, por su familiaridad con la trama de la familia Pujol y demás corrupciones de CiU. La incompetencia de Puigdemont, sus obscenas vacilaciones a última hora cuando estaba en juego la supervivencia de las instituciones catalanas y la estabilidad del tejido económico de la región, han demostrado que este sujeto no estaba en modo alguno a la altura de altísima responsabilidad que había recaído sobre sus hombros.

? No es extraño que, con este individuo al frente, el desenlace del sainete se esté pareciendo más a una humorada de tragicomedia que a un acto político de calado y envergadura, con su épica consistente y su estética definida. Y lo mismo podría decirse de sus más directos colaboradores: el vicepresidente del Gobierno, Puigdemont, un historiador vulgar sin la menor noción de economía, encargado de la cartera económica, ridiculizado por Borrell hasta extremos inquietantes por el craso desconocimiento que mostró el ministro en su asignatura, no era la persona indicada para tan delicada función. El independentismo ha jugado, en fin, con la ciudadanía de Cataluña poniendo al frente de la Comunidad a verdaderos ineptos, que han provocado el gran dislate. La sociedad civil debería involucrarse más en los partidos para evitar por todos los medios que estas situaciones de desgobierno por incompetencia vuelvan a producirse.

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