Diario de Mallorca

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Nos miran desde fuera

Como era previsible, la quisquillosa prensa británica nos contempla con desdén por el inefable espectáculo de Cataluña que hemos deparado al mundo. Los británicos, siempre con su complejo de superioridad a cuestas, hablan con insistencia de nuestra "joven" democracia y por supuesto olvidan sus propios demonios familiares, como el disparate del 'brexit' (una aventura pueril, fruto de la demagogia de muchos y de la inocultable impericia de las elites) o la inestabilidad crónica de un país que no ha sabido resolver el problema de Irlanda del Norte y que podría desmembrase en cualquier momento.

De cualquier modo, el chauvinismo ajeno no debería llevarnos a desenfocar los errores propios. El espectáculo catalán, que se inscribe en el marco españolísimo del sainete, ha sido deleznable, ridículo, impropio de una democracia avanzada. Ni el Estado supo embridar las primeras desviaciones, que a su vez fueron consecuencia de la inhibición de los poderes centrales -federales„ en Cataluña, ni la superestructura política catalana, también carcomida por la corrupción y zarandeada por un ultranacionalismo enfermizo, ha sabido estar a la altura de los requerimientos de la modernidad política y jurídica, y ha hecho posible un auténtico golpe de Estado, chusco y montaraz, más bananero que europeo. Bien está, en fin, que defendamos con coraje nuestro honor, pero sin dejar de advertir nuestros gravísimos patinazos, impropios de un país culto y solvente. No somos, a lo que parece, ni lo uno ni lo otro.

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