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Camilo José Cela Conde

Más de lo mismo

Nunca aprenderán. O tal vez ya hayan aprendido lo suficiente. Los partidos políticos son en España en buena medida máquinas de empleo para sus militantes, que no tienen ni oficio ni beneficio al margen del que les da el carnet. Así, el cometido esencial de encauzar ideologías se deja de lado ante la perspectiva de poder mantener un grupo parlamentario y las correspondientes subvenciones para seguir medrando. El ejemplo perfecto lo ha dado Convergència i Unió al mudar desde sus antiguas posiciones de centro derecha nacionalista al independentismo radical de PdeCat. Lo que sea con tal de mantener los privilegios.

La historia se repite incluso cuando las elecciones del 21 de diciembre en Cataluña surgen como solución para el episodio más convulso de la historia de la España democrática recuperada. Lo que está en juego es mucho y los partidos soberanistas lo han entendido muy bien, tragándose todos los sapos para plantear la segunda parte de la coalición del Junts pel Si. Sólo la tentación de ganar las elecciones en solitario hace dudar aún a Esquerra (de la CUP, mejor ni hablemos). Pero los constitucionalistas, es decir, el Partit Socialista de Catalunya y la rama catalana del Partido Popular, ya le han dicho que no a Ciudadanos respecto de la idea de ir todos juntos. Y eso que la propuesta de Arrimadas no era la más útil, la de una coalición preelectoral, sino sólo el compromiso de no dispersar sus escaños tras las elecciones. Con lo que se plantea la posibilidad de que el 21 de diciembre salga de las urnas más de lo que ya conocíamos: con una minoría de votos, los independentistas se hacen con la mayoría del Parlament. Eso, al menos, es lo que vaticina la encuesta del Centre d'Estudis de Opinió, el CIS catalán. Y vuelta a empezar.

Si las fuerzas soberanistas de Cataluña son más pragmáticas „y más inteligentes„ que las constitucionalistas, quizá esa ventaja les lleve a entender que el vodevil montado por Puigdemont no puede repetirse aunque sólo sea por aquello de mantener al menos un mínimo de credibilidad y respeto en el ámbito internacional. Eso significa que presionarán en busca de un referéndum legal pactado en las Cortes. Algo que será la única salida viable si el 21 de diciembre sale de las urnas un nuevo Govern en todo semejante al anterior.

De hecho, el referéndum pactado sería deseable incluso en el caso en que el próximo presidente de la Generalitat no saliera de las filas soberanistas. Es urgente ya que sepamos cuál es el apoyo real que tiene el independentismo, más allá de las manifestaciones y las algaradas. La tozudez del PSC y del PP en impedir una coalición constitucionalista no deja abierto ningún otro camino. Así que, gracias a un referéndum, a lo mejor logramos escapar de este Día de la marmota en que nos hemos metido para dejar de lado ese escollo y entrar en lo más importante, en la definición de un nuevo Estado que sustituya al autonómico.

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