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Emosido engañado

No soy madre. Si algún día eso cambia, probablemente una de las primeras cosas que voy a enseñar a mis hijos es que no puede hacer uno lo que le da la gana; hay unas normas y tienen que cumplirse. Básicamente porque pretendo que aprendan que no pueden pegar a un compañero de clase para quitarle un juguete, por ejemplo. Hay muchas cosas que no soy. Tampoco soy antropóloga; sin embargo, creo no equivocarme mucho si digo que si hay una característica universal en los grupos humanos a lo largo de la historia es la presencia de normas -escritas o no-. Y la razón es bastante sencilla: es la única manera de vivir en sociedad. Hay que renunciar a satisfacer todos nuestros instintos y apetencias para respetar los derechos del vecino. Claro que las reglas de juego pueden cambiar, pero incluso para eso hay unos procedimientos.

Parece que algunos todavía no han entendido nada de lo anterior. Aunque una siempre había pensado que está al alcance incluso de los niños. Quiero decir que si en algún momento de mi infancia me hubiera saltado las clases -verbigracia- y hubiera amenazado con no volver a casa hasta tener 'garantías', la zapatilla de mi madre se habría encargado de recordarme que sí, que en efecto alguien tiene el poder de ejercer la fuerza coercitiva. Y me estoy imaginando la risa María Luisa que le habría entrado a mi santa progenitora si hubiera montado un pollo por considerar oprimidos mis derechos de jugar a los videojuegos en horas lectivas. Ni en casa de los abuelos me habría librado de la bronca. Ahora cambien la zapatilla por una orden de detención europea.

Una se figuraba que 'lo de Cataluña' iba a ser un episodio histórico. Sinceramente, lo que me resultó difícil de prever es que llevara la música de Benny Hill de fondo. Y es que ni los Monty Phyton habrían ideado una hoja de ruta para el procés como la que estamos viendo. Con sus líderes huyendo de la recién declarada república mientras animan a los demás a 'defender sus instituciones'. Tampoco soy jurista; pero me temo que la escapadita a Bruselas se la deja botando a la Fiscalía para pedir prisión preventiva por riesgo de fuga a los que siguen aquí y se vean investigados. Todo con la excusa de explicar 'desde el corazón de Europa' eso de que no hay diferencia alguna entre Mariano Rajoy y Franco. Les decía en mi último artículo que la comunidad internacional no había comprado ese discurso después del 1 de octubre. Como tampoco lo va a hacer ahora. Y es que -oh, sorpresa- la Unión Europea se considera a sí misma un sitio seguro y, por ello, no ha lugar al asilo político. Está claro que todos habríamos preferido que mi madre no hubiera lanzado la zapatilla.

Intuyendo el otoño que nos esperaba, una de mis lecturas veraniegas fue el famoso libro en que Josep Borrell desmontaba lo de los 16 mil millones disponibles en la futura república. Es probable que los diferentes sistemas de cálculo de balanzas fiscales no estén al alcance del votante medio. Pero en el último mes han quedado desmentidos por los hechos algunos de los más importantes argumentos utilizados hasta hoy por el independentismo como que las empresas no iban a irse o que a una Cataluña independiente le iban a llover los reconocimientos internacionales. Los giros de guión, como que algunos aseguren ahora que no están preparados para la independencia o que todos vayan a presentarse a unas elecciones autonómicas convocadas vía artículo 155 -eso sí, oponiéndose muy fuerte su aplicación- para no perder las subvenciones, dicen mucho de las verdaderas intenciones de los que han organizado todo esto. Que un día iban a convocar elecciones y al siguiente declaran la independencia. 'Emosido engañado', como la famosa pintada en la pared, que tantas risas ha provocado en redes sociales.

Sin embargo, muchos siguen defendiendo a los 'exiliados', porque entienden que 'se han jugado 30 años de cárcel por el pueblo'. Jamás por la silla; eso ni pensarlo. En 1993, Jean Françoise Revel escribía 'El conocimiento inútil': jamás en la historia de la humanidad hemos tenido acceso a tanta información. Sin embargo, hay que unir racionalidad y honradez. Y tener en cuenta todas las informaciones disponibles antes de formarse una opinión de buena fe -sin eliminar ni exagerar ninguna-. ¿Es así? Parece meridianamente claro que no.

¿Por qué? Ahí es donde entra la función de la ideología, que sirve de triple disculpa. La primera dispensa es intelectual: para retener sólo los hechos favorables a la tesis que se sostiene -incluso inventarlos totalmente- y en negar los otros. La segunda, práctica: elimina el criterio de la eficacia y fabrica explicaciones para excusar los fracasos. Y -por último- la moral: lo que puede ser castigado en los demás no es aplicable a nosotros. Lo de que 'las empresas volverán', 'la culpa es del gobierno' o las 'garantías' exigidas encajan a la perfección con las funciones de la ideología descritas por Revel. Para recomponer lo mucho que se ha roto y salir de la dinámica de '¿truco o trato?' en que nos hemos instalado será necesario recuperar esa honradez. Mientras tanto, Puigdemont ya ha conseguido 'separarse' de España.

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