Diario de Mallorca

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A nadie se le debería escapar que, con la convocatoria de las elecciones autonómicas en Cataluña, el problema de fondo no se ha resuelto en absoluto. Lo que ha hecho es encauzarse de nuevo en las vías de las que no debería haber salido jamás.

Pero la cuestión esencial sigue en pie: ¿cuál es el encaje de Cataluña en España? Y, como es obvio, ninguna respuesta tiene sentido salvo que esa pregunta se extienda a todas y cada una de las ahora comunidades autónomas. Dar paso a una nueva Constitución consensuada va a ser mucho más difícil de lo que lo fue en 1978, pese a que los momentos actuales superan en mucho en bienestar y en solidez institucional „apuntalada por la pertenencia a la Unión Europea„ que entonces. Se salía de una dictadura sin que hubiese ni la más mínima pista acerca de cómo podría llevarse a cabo el paso gigantesco hacia el Estado de derecho. Ahora, al menos, parece claro que apunta la necesidad de una estructura política y económica de España más parecida al del modelo federal. Sin embargo, la remodelación hacia estructuras federales pasa por la necesidad de hacer un borrón y cuenta nueva. En el fondo, el origen del problema soberanista catalán es el mismo: el de las prebendas y desigualdades que existen ahora. Con lo que puede que muy pronto aparezca un escollo mucho mayor: aquél que suponen los cupos fiscales vasco y navarro, cuya presencia convierte en imposible la igualdad. ¿Será posible echar abajo esa rémora que viene de los tiempos de las guerras carlistas en aras de una España federal?

El primer paso a dar es, no obstante, el de las elecciones de Cataluña del 21 de diciembre. Y a tal respecto aparece una amenaza estratégica de enjundia. Una vez que las pataletas soberanistas terminen, lo probable „y deseable„ es que los partidos que apuestan por la independencia, salvo quizá la CUP, se presenten a las elecciones. Puede ser muy bien que, como sucedió en las anteriores, lo hagan coaligados en una reedición del Junts pel Si; el sistema de asignación de escaños „la ley d'Hondt„ premia las agrupaciones preelectorales. Pero lo que resulta mucho más problemático es que el conjunto de partidos constitucionalistas haga lo propio. Hoy por hoy es impensable que Ciudadanos, el Partit Socialista de Catalunya y el Partido Popular „citados por el orden de los escaños que ocupaban en el Parlament hasta que ha sido disuelto„ encuentren una fórmula de pacto.

Con lo que cabe esperar que la fragmentación de la Cataluña unionista convierta lo que sería una mayoría de votos en una minoría parlamentaria. De hecho, es lo que sucedía ya. Y de tal forma se reeditará el conflicto porque no es lo mismo que el referéndum deseable se plantee en términos federales o de independencia. Algo tan fácil de entender debería llevar a un pacto de todos los partidos constitucionalistas en Cataluña. Pero para ello sería necesario que la razón imperase.

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