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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Algunas cosas que pueden suceder a los cuarenta

A partir de los 40 hay cosas que cambian. Vienes de una década en la que te has comido la vida a bocados y ahora toca reconciliarse con una cierta serenidad personal y, cómo no, las deportivas

A los 40 no estás ni aquí ni allá. No tienes la aptitud de comerte la vida de los 30 pero tampoco has alcanzado la actitud serena de los 50. Posiblemente, ya te has encontrado a ti misma o estás a punto de hacerlo. Y, lo más importante, tomas conciencia de que tampoco pasa nada si no lo consigues. Estamos de enhorabuena. Por fin, hay una cierta liberación.

Ya tenemos una idea bastante clarita de lo que no nos interesa y empezamos a alcanzar la madurez como para decir siempre lo que queremos y pensamos y quedarnos tan anchas. Las mujeres de 40 que no nos retocamos y aparentamos la edad que tenemos, somos invisibles en los ámbitos laborales más visibles: televisión, cine, teatro, atención al público, equipos rectores de las universidades, administración€ Y, pese a ello, seguimos con muchas ganas y energía para trabajar, aprender, mejorar y consolidar. En el capítulo de la conciliación, es más fácil entender algo de la física cuántica que ser una eficiente y hábil conciliadora de la vida personal, familiar y laboral, pero ahí andamos, haciendo lo que se puede. Lo bueno es que hemos dejado de culpabilizarnos.

En el plano físico, descubres la gravedad y que lo que antes estaba así, ahora está asá. Tienes fuerza y voluntad para hacer deporte. Te obligas a moverte y, ay, qué maravilla, ya no lo haces por sólo un tema estético. Entras en esa etapa de revisiones médicas periódicas y pierdes el tiempo revisando las propiedades y beneficios de los tratamientos de onagra, borraja e isoflavonas de soja.

Ya no pasa nada si sólo sabemos hacer un huevo frito, nos gusta el caldo en tetrabrik y lo más sofisticado que pasa por nuestra cocina es un pa amb oli con queso y camaiot. Valoramos por encima de todo la compañía de las personas y la no complicación. Si queremos delicatessen, nos vemos en un restaurante. Es a partir de los 40 cuando descubrimos el sereno placer de conducir por el carril derecho, de no tener "tanta" prisa por llegar a "tantos" sitios y de lo bien que te sientes desde que eres una crack ignorando a los de bocina fácil y adelantamiento brusco con mirada asesina incluida.

Lo intento, pero Taylor Swift no me gusta más que Madonna, Bruno Mars no es el nuevo Michael Jackson y lo siento: el reguetón jamás debió inventarse. Las deportivas nos han liberado de la dictadura del tacón y la mochila nos ha abierto los ojos a la verdadera comodidad y practicidad. Demasiadas personas que no conocemos ya nos llaman de "usted" y algún alma cándida e inocente ya nos ha cedido el asiento en una sala de espera.

Es ahora cuando sucede algo muy relevante: cambia la percepción del paso del tiempo. Por primera vez te percatas de que corre más rápido que hace 5 años y, seguramente, más lento que dentro de 10. Es el momento más que perfecto para aprender a disfrutar cada segundo y no permitirnos malgastar ni uno más. A por ellos pues. Y a los 50, más y mejor.

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