Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Mejor las personas de bandera que banderas en balcones

Intentar ser buena persona, de espíritu evolucionado, leer, estudiar, hacer terapia media vida, ¿para qué? ¿Para que luego te reduzcan...

Intentar ser buena persona, de espíritu evolucionado, leer, estudiar, hacer terapia media vida, ¿para qué? ¿Para que luego te reduzcan a un par de colores colgando de un balcón o a una generalización banal? No, gracias. Espero que mi manera de ser no quepa jamás en una bandera. Las frases que empiezan por "todos", "siempre", "nadie" o "nunca" son perfectas para Ocho apellidos vascos. Más allá de la ficción, ni todos los ingleses son unos hooligans, ni todos los andaluces unos vagos, ni todos los mallorquines son "cerrados al principio pero en cuanto se abren son la pera". ¿Perdón?

La generalización es muy cómoda. Las personas nos sentimos la mar de bien instaladas en nuestra poltrona del todo o nada. De verdades absolutas. Curioso, porque quien las dice siempre está en el bando de los buenos, de los inteligentes, de los guapos y, cómo no, de la razón. He escuchado a madres sentar cátedra diciendo que los niños que no pasan por guardería tienen serios problemas de socialización. Por supuesto que quienes hablan tienen retoños asiduos a la escoleta desde los 9 meses de edad. Hay grandes profesionales interdisciplinares, expertos en psicología y antropología que aseguran que todas las mujeres somos iguales (no esperemos nada bueno) y todos los hombres son unos capullos infieles y egoístas. Mucha suerte tendremos si logramos que la especie humana sobreviva entre tanta ineptitud generalizada de género. He oído a especialistas en temas relacionados con la nacionalidad aseverar que todas las portuguesas son peludas, que los españoles tenemos una genética similar a la lusa, los catalanes a la francesa y que las rubias son unas frívolas. Todo un derroche de inteligencia. Hace meses, la entidad que agrupa a la mayoría de organizaciones que trabajan con personas con necesidad de apoyo, Plena Inclusión, difundió el vídeo de dos jóvenes con síndrome de Down que, con dos alitas pegadas a la espalda, se lanzaban a correr un esprint, saltaban de un bordillo bastante alto y se pegaban un batacazo. "¿Será que no todos somos tan angelitos?", le preguntaba uno a otro. La cuestión es romper tópicos, aunque sea a base de tropezones.

En el colegio tuve un compañero que me chitó en una clase de historia. Ilusa de mí creí que sería para regalarme un piropo morboso, pero no. "Además de ser mujer eres xueta", vocalizó entre susurros. Su frase me pareció igual de ridícula que si me hubiera dicho "esta noche me he hecho pipí en la cama". Su antipatía, tan fuera de contexto, era irreal. La anécdota de este alguien irracionalmente rabioso me viene a la cabeza últimamente. Siempre quise ser una tía de bandera, pero lo que tengo es una incómoda sobredosis de éstas. Estoy cansada, harta de tanto trozo de tela colgando de los balcones. Del significado simplista que le dan quienes las colocan y del que interpretan quienes las ven. Jamás creí añorar a los Papá Noel trepadores de fachadas. Hubo un tiempo en que me parecieron una decoración extraña y fuera de contexto cuando, en realidad, era una exaltación de la felicidad y de la ilusión de lo que estaba por llegar. Que vuelvan pronto. Y, cuanto antes, mejor.

Compartir el artículo

stats