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Las siete esquinas

Pirómanos

Si lo pensamos bien, la tragicómica historia de la independencia catalana también ha sido provocada por un grupo de pirómanos

Los psicólogos no se ponen de acuerdo sobre las causas de la piromanía. Freud, que fue alguien muy lúcido pero que también escribió muchas tonterías, decía que la piromanía estaba relacionada con la homosexualidad reprimida. Y uno de sus discípulos, un tal Otto Fenichel, describió la piromanía como "una fijación uretral-erótica", nada menos. Me pregunto qué clase de chistes habría hecho el gran Chiquito de la Calzada (póngase bien, maestro) si hubiera perdido el tiempo leyendo estas cosas. Pero lo que parece claro es que los pirómanos, aparte de oscuras motivaciones sexuales, actúan por razones asociadas a la frustración y al resentimiento, en las que también se mezclan la megalomanía y el deseo de llamar la atención. En todo pirómano acecha un tipo acomplejado que pretende hacer daño y dejar una prueba de su supuesta grandeza. O dicho de otro modo, el pirómano necesita sentirse superior a los demás en un intento desesperado por combatir un complejo de inferioridad del que ni siquiera es consciente.

Por causas que ignoro, los pirómanos tienen un trato más bien benévolo en nuestro código penal y apenas tenemos noticias de condenas firmes, tal vez porque es muy difícil reunir las pruebas que demuestren la autoría del delito. Pero estos días han muerto cuatro personas en Galicia por culpa de incendios seguramente provocados, y en Asturias y en León han ardido grandes extensiones de bosque, lo mismo que sucede desde el verano pasado en el centro de Portugal (una región maravillosa, por cierto, donde están Fátima y el monasterio de Batalha, con el extraordinario túmulo funerario del rey Joao I). En esos incendios han ardido casas y granjas y se han puesto en peligro las vidas de mucha gente. Mucha gente ha perdido todo lo que tenía y mucha más ha estado a punto de perderlo todo. Además, con unas temperaturas propias del mes agosto en el mes de octubre y con el terreno reseco por la ausencia de lluvias, es imposible evitar que los incendios se propaguen a una velocidad endiablada. Los tontos intentan echar la culpa de los incendios a los políticos -sean del partido que sean-, pero la realidad es que tal como están las cosas los incendios serán cada vez más frecuentes y más devastadores, como ha ocurrido ya en California con sus cuarenta muertos. Cuarenta, que se dice pronto.

Si fuéramos medianamente inteligentes, ya habría una política de Estado dedicada a luchar contra la sequía y los incendios, y por extensión contra el cambio climático. Eso sería lo normal, claro, pero nosotros preferimos pasarnos la vida discutiendo sobre la independencia catalana, esos 36 segundos vertiginosos en que todos los catalanes fueron de pronto jóvenes y guapos y ricos y felices. Y lo peor de todo es que el asunto ha entrado en una extenuante fase de estancamiento, como la guerra de trincheras a partir del otoño de 1914, que garantiza que seguiremos ocupándonos de esta historia durante mucho tiempo. Y siempre igual de aburridos y de histéricos y de pesimistas.

Si lo pensamos bien, la tragicómica historia de la independencia catalana también ha sido provocada por un grupo de pirómanos que han actuado como un hatajo de irresponsables y de megalómanos. En su caso, igual que ocurre con los incendios, estos otros pirómanos dejarán a su paso un paisaje devastado por la ruina económica y las disensiones familiares y los odios enconados que tardarán mucho tiempo en desaparecer. Miles y miles de familias sufrirán nuevos reveses económicos, miles de trabajadores perderán su trabajo -ya muy precario en estos tiempos-, y miles de estudiantes a los que se les ha llenado la cabeza con una portentosa campaña de mentiras tendrán que vivir mucho peor de lo que ahora ya viven. Y aunque los tibios equidistantes quieran distribuir las culpas entre dos bandos de pirómanos, los pirómanos que de verdad han atizado el fuego y luego han echado gasolina tienen nombre y apellidos y todos sabemos quiénes son. Para hacer más vergonzosa su historia, quienes les votan y les aclaman suelen ser trabajadores públicos -en general profesores y funcionarios- o activistas subvencionados que viven, y muy bien, de los Presupuestos Generales del Estado. A toda esta gente, borracha de privilegios y de ceguera ideológica, le importa un pimiento el sufrimiento de los demás, sobre todo de los que tienen que subsistir en una economía competitiva en la que el cobro de una nómina depende de la prosperidad y la estabilidad. Pero nada de esto importa a nuestros pirómanos, que sólo viven pendientes de su ego-trip y de su gran selfie independista. Y si para conseguirlo tienen que incendiar un país entero y condenar a sus habitantes -a todos sus habitantes- a vivir en un terreno devastado, ellos seguirán erre que erre incendiando todo lo que puedan. Lo asombroso es que todavía haya gente dispuesta a creerse los torpes gimoteos victimistas de estos pirómanos que están quemando todo lo que es nuestro.

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