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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

El hoy y mañana de Cataluña (y sus ciudadanos)

Probablemente al leer estas líneas, hoy a las 10 era la fecha límite, ya se conocerá la respuesta del president Puigdemont al requerimiento del presidente Rajoy: "Confirme si su declaración del 10 de octubre de 2017 implica la declaración de independencia". Pero, antes de analizar y valorar las consecuencias de ambas opciones, cabe preguntarse: ¿cuál es la causa del requerimiento? La respuesta es sencilla: la ceremonia de la confusión protagonizada por el president Puigdemont en el Parlament el pasado día 10.

En tal sesión plenaria la mayoría (parlamentaria) independentista tenía intención de declarar unilateralmente la independencia de Catalunya, la República Catalana; pero las presiones de toda índole (internacionales, entornos financieros y empresariales, influyentes miembros históricos y representantes de la burguesía catalana€) le obligaron a improvisar una salida "digna" (?): declarar una suspensión (un tèntol?) del "procés cap a la independencia" para iniciar un proceso de dialogo. Pero vista la chapuza, las reacciones no se hicieron esperar: el cabreo de la CUP al sentirse ninguneados por el resident, el desconcierto de los independistas que esperaban tal declaración como agua de mayo (véase imágenes de los exteriores del Parlament con miles de esteladas), el silencio de Esquerra Republicana, y el "no saber a qué atenerse" del conjunto de la ciudadanía. Pero para más inri, acabado el pleno se reunieron en unos anexos del Parlament el president, todos sus consellers, los diputados de Junts pel Si y también (?) los propios de la CUP, para ratificar explícitamente mediante firma la república catalana como estado independiente, concluyendo el acto con el canto coral de Els segadors. Pero tal documento no se registró entonces (ni hasta la fecha) en el Parlament.

Es posible, e incluso tiene ciertas probabilidades, que el president haya optado por reconocer que "sí" aprobó la independencia. Las presiones de los rupturistas habrán sido inmensas: la CUP, las bases de ERC, que han obligado a Junqueras a definirse, a sectores propios de Junts pel Si, sin pasar por alto a ANC y Òmnium entidades aglutinadores y movilizadoras ¿Qué consecuencias pueden deducirse? La primera la victoria de los sectores más "inmovilistas" del Estado (¡a los independentistas, y anexos, ni agua!) representados (aunque no sólo) por Aznar (ejecutando el vigente autogobierno, muerto el perro se acabó la rabia) y por Rivera (con el objetivo de convocar nuevas elecciones autonómicas). Léase la aplicación del artículo 155 de la Constitución que posibilita al Gobierno, previa aprobación del Senado, la intervención (no la eliminación) de la autonomía a través de diversas medidas e intensidades que debe justificarse, y que se supone son por un tiempo determinado. Pero el uso de la fuerza y de la intransigencia no garantiza una "paz" política ni social. La ruptura estaría probablemente garantizada por muy moderadas que fueran las intervenciones, resultará casi misión imposible que no se rompan los escasos puentes aún existentes. Podría darse una declaración unilateral de independencia a la brava.

También es posible que el president Puigdemont haya contestado que "no" reconoció la independencia el pasado día 10. También habrá recibido fuertes presiones internacionales; financieras y empresariales; de los propios de Junts per Si, especialmente de exconvergentes vinculados a la burguesía catalana. Si tal opción fuera la ganadora, según palabras del entorno de Rajoy, se regresaría a la situación de normalidad previa a los acontecimientos de setiembre para inaugurar una fase de diálogo y concertación. Pero no resultará fácil rehacer puentes después de años de "silencios" que han conducido a discursos y relatos asimétricos. El Govern catalán y la mayoría que le da soporte tienen como objetivo último la realización de un nuevo referéndum en Catalunya, pactado y vinculante. Para ello proponen una comisión mixta que elija un intermediario (preferible que fuera la UE) , cuya función sea pactar y reforzar sus vínculos de autogobierno. Pero para el Gobierno español (posiblemente incluido el PSOE) no acepte (¿inicialmente?) una intermediación exterior, y propondrá el Parlamento español como el marco de diálogo y negociación. A través de una comisión ad hoc que analice y valore la situación, proponga fórmulas€ que deberá concluir en una reforma de la actual Constitución. Reforma que debe incluir un profundo replanteamiento estructural (niveles de autogobierno político, financiero€) de la vigente estructura territorial; que contemple nuevas bases de encaje de Catalunya (aunque no sólo) desde el reconocimiento de sus propias raíces y asimetrías. Donde incluso debería debatirse e incluir derechos novedosos como el derecho a decidir (ámbitos, dónde, cuando, condiciones mínimas€). No resultara fácil que Puigdemont y sus entornos lo acepten con facilidad.

Largo y difícil me lo porfiáis. Cierto es. Convivimos en una realidad política y social podrida, como mínimo desde la sentencia del Constitucional del 2010, que urge propuestas constructivas. Dejar correr el tiempo sólo enquista el problema. Pactar es ceder ambas partes, no debe haber ni vencedores ni vencidos. Corren o deberían correr nuevos aires y tiempos. Los políticos de ambas partes tienen escasa o nula auctoritas, y sus limitaciones les impiden dudar mientras juegan con los sentimientos de sus "súbditos". Mientras las víctimas de la profunda fractura política y social son los ciudadanos y ciudadanas, independentistas o no. Concluyo con una palabras de Serrat: "Que hablen aunque no sepan de qué, aunque no tengan nada que decirse. Y si no saben o no quieren que se aparten".

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