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Matías Vallés

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El papel de Aina Moll en la independencia de Cataluña

Colm Tóibín es probablemente el novelista irlandés más prestigioso del momento. Todos ustedes han degustado la adaptación al cine de su novela Brooklyn, o se han escandalizado con su escabrosa El testamento de María, madre de Dios. Cuando un escritor de talla mundial habla de una mallorquina de Ciutadella como Aina Moll, la primogénita de Francesc de Borja Moll aunque para nosotros será siempre la hermana de Nina, nos sentimos orgullosos de ser españoles. Perdón, mallorquines. Y si además otorga a nuestra compatriota un papel decisivo en la independencia de Cataluña, la autosatisfacción se transforma en noticia.

En un artículo publicado en el londinense The Guardian, el escritor irlandés se pregunta "¿por qué los políticos madrileños se han quedado en Madrid (a diferencia de Gordon Brown recorriendo Escocia), y por qué han ofrecido coacción en lugar de diálogo?" Y Tóibín se responde que "una de las razones es el trabajo de una mujer llamada Aina Moll. Fue directora general de Política Lingüística de la Generalitat entre 1980 y 1988, y lideró la llamada ´normalización´, convencida de que el catalán solo sobreviviría con la inmersión total".

Tóibín se expresa con nostalgia por el entreguismo en Irlanda ante el inglés en que escribe sus libros. Y no se enreda en análisis fantasiosos, como sus colegas españoles. Se expresa desde la documentación. "Cuando entrevisté a Aina Moll en 1980, percibí su determinación y una aproximación casi científica a la restauración del uso completo, extensivo, y a ser posible exclusivo, del catalán en el ámbito público. El proyecto era convertirlo en la primera lengua de Cataluña. El español también estaría ahí, todo los catalanes son bilingües, pero tendría esencialmente un papel secundario".

Tóibín repasa los medios públicos y privados, las traducciones y las clases en catalán impulsados por Aina Moll, nacida el mismo año que Jordi Pujol. Y ahora llega la imaginativa conclusión. "El triunfo de las políticas" de la mallorquina de Ciutadella "es la principal razón de que los políticos españoles no visiten los pueblos y ciudades catalanes para defender sus posturas. Para ellos, Cataluña es terra incógnita, un país extranjero". En estos tiempos tan susceptibles, hay que añadir que el rol adjudicado por el escritor no prejuzga la posición de nuestra compatriota respecto al procés.

Sigamos con los prolegómenos de la guerra civil. El protagonista de la foto de Lorenzo Gutiérrez que hoy nos ilustra es Joan Manera, jefe de la oposición de Més en el ayuntamiento de Andratx dentro de una lista en la que también figura Ruth Mateu, amén de director de Cooperación Local y Caza del Consell de Mallorca. La filiación soberanista no le impidió ser el único concejal de su partido que asistió el jueves a la misa en su municipio en honor de la patrona de la Guardia Civil. A continuación posó junto a los representantes de la Benemérita. Aparece a la izquierda de la imagen, a prudente distancia de la modesta bandera de España. Su gesto desagradó al PP intransigente, que en sus foros señaló que sobraba una persona entre los congregados. La derecha, siempre a favor del diálogo a palos.

Gracias al impagable sumario del caso Cursach, ya podemos concluir sin vacilaciones que Matas anunció a sus compinches que compraran en las inmediaciones de Son Espases, en vísperas del señalamiento neutral de la ubicación del hospital. Así lo escuchó, de labios del amo de la noche encarcelado, un testigo sin intereses inmobiliarios. Nada nuevo para los millones de fieles de esta sección mendaz, que ya tituló en medio del cuatrienio ominoso que el entonces ministro de Aznar había adelantado la operación después de un partido del Madrid en el Bernabéu.

A la semana siguiente de nuestra publicación, Matas fue preguntado en el Parlament por las confidencias a su panda. Pomposo y ufano, se pavoneó de que "yo no contesto a infamias". Lo anoto simplemente para recordarles que solos desmienten los mentirosos. En medio de aquella sesión parlamentaria, recibí una llamada en la redacción de Pere Sampol, que después sería senador español de primera clase y jubilación dorada. Con la intención evidente de azuzarme, me comentó excitadísimo:

—Matas acaba de decir que lo que publicaste es una "infamia".

Ahora, Sampol no ve ningún problema en la corrupción de Més, y carga contra quienes la exponen. A propósito, ¿saben por qué la timorata izquierda mallorquina desviaba hacia los periodistas su labor de control? Porque Matas les inspiraba un pánico cerval. Recuérdenlo la próxima vez que les relativicen el papel de José Castro.

Tienen el derecho y casi la obligación de envidiarme, porque les escribo desde Formentor. He venido a arrojar al mar inmóvil las cenizas mallorquinas de Liliane Bettencourt. La heredera del imperio L´Oréal era la mujer más rica del mundo o incluso de Mallorca, pero sobre todo la persona más elegante que he conocido. Me sentó a su lado cuando ya la llamaban loca por entregar sobres a Sarkozy. Se hacía la sorda para librarse de los cortesanos, pero no he visto a nadie más despierto, a la altura en mi recuerdo de Farah Diba o de Margaret Thatcher, el colmo del erotismo según Helmut Newton. La Bettencourt nunca traicionó a la isla, a diferencia de ese Palacio de Congresos que después de recibir el premio nacional de arquitectura, que demuestra el estado de la disciplina en España, recibirá el premio en el festival de terror de Sitges. Vean cualquier cosa con Ricardo Darín dentro. Es la única defensa de La cordillera.

Reflexión dominical anatómica: "La boca abre la cabeza".

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