Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Long live freedonia

Pocos genios del esperpento cinematográfico (no consigo disimular mi fervor por el séptimo arte) como aquel Rufus T. Firefly, presidente de un imaginario país de película, representado por el inefable filósofo y pensador Groucho Marx, guardan mayor parecido para mí con el señor Puigdemont; recuerdo al primero, en pleno zafarrancho bélico, cuando es avisado por un subalterno de que está disparando contra sus propias tropas, a lo que el bigotudo presidente le susurra, dándole un billete de diez dólares: "Tome y guárdeme el secreto". Y es que no me abandona la sensación de que el Honorable ésta disparando sus argumentos independentistas contra su propia gente que recibe las andanadas dialécticas, sino no toda en no escaso número, con fruición, sin saber muy bien cuál va a ser el final de la senda que están recorriendo, huérfanos de aquel seny que tanta renombre les había proporcionado hasta ahora.

Ahora, en aquella otrora pancatalanista burguesía de palco en el Liceo, tan de Estat catalá ella, empiezan a abrirse claros descorazonadores para los que imaginaban que la prosperidad y la independencia eran algo así como gemelos, que digo gemelos siameses, olvidando la primera norma del capitalismo: el dinero no tiene patria, y por ello carece de sentimiento patriótico, no tiene bandera. Las huidas de entidades bancarias de tan eminente raigambre catalana como el Banco de Sabadell o de Bancaixa, han dado el pistoletazo de salida de una alocada desbandada de empresas, de nombres tan catalanes como Catalana de Occidente, Freixenet, no sé si Codorniu, Aguas de Barcelona y otras empresas grandes y pequeñas, que corren en pos de lugares, otras geografías, menos ansiosas de tirarse por un barranco de incertidumbre económico-empresarial, pero también de particulares, que buscan todos ellos amparo financiero allende de la próximo telón de acero cuyo descenso les aterroriza, y ello por una sola, sencilla y simple razón, los propios catalanes, los que temen perder lo logrado con años de trabajo y de esfuerzo, no se fían de su propio Firefly, que les anuncia una incierta y por venir república catalana, de corte transilvano a lo Ceacescu.

Porque si algo está claro como el cristal es que la independencia no existe y que solo se trata de cambiar de amo, de trocar una mandamás de Sylvania por uno de Freedonia y poca solución parece ser esa. Lo cierto es que ahora ya parece tarde para llorar por la leche derramada, ahora ya estamos ante una nueva pantalla, que es la realidad que pergeña la imagen de una parte, ya no sé si grande o pequeña, si consiente o deslumbrada por el foco independentista, de ciudadanos de Cataluña que ya no están, no se consideran, dentro del Estado, de aquello que otrora se llamaba, sin que tal cosa fuera causa de reproche, España y que además las consecuencias de la loca carrera emprendida les trae al fresco.

Los catalanes siempre han tenido fama de buenos comerciantes y qué duda cabe que Romeva, que además tiene aspecto de decimonónico tenedor de libros, prueba de ello es que ha sabido comerciar su "verdad" de forma maravillosa, con inteligencia, pero sobre todo con tácticas, quizá de mercader antiguo pero sumamente efectivas que han convencido desde amas de casa de Badalona hasta a señoritas de Pedralbes, ya saben aquello del feriante de "vaya alboroto, otro perrito piloto"; ahora el señor Romeva tendrá que explicar donde se va a financiar el nuevo estado del que huye el dinero. Y es que como dice el anónimo refrán "las truchas y las mentiras, cuando mayores, mejores"; Mas dijo en su día "los bancos no se irán", pues ya se han ido; ahora el que dicen que entiende de la hacienda catalana asegura que son alejamientos temporales, y ahí acierta don Oriol, temporales serán pero solo si no se cambian las fronteras, si por el contrario se levantan puestos fronterizos y caballos de Frisia en las carreteras que podrían todavía conectar con regiones "extranjeras" como Aragón, Valencia o el Rosellón, esas empresas se quedarán lejos del control de un gobierno que si algo no ha acreditado es que cuando no le gusta una norma, una legislación, pues se la salta y ya está, y eso ya no se trata de una mera inseguridad jurídica evidente sino que temen los nuevos exiliados económicos de Cataluña tener que enfrentarse a un anarquismo normativo aún más rancio.

La verdad es que no se tengo ni idea de cómo va a acabar lo de la la pustula catalana, pero seguro que bien, no. Esta situación me trae a la memoria una historia que me contó un familiar, holandés, que trabajó largos años en Nigeria, sobre un chofer que le llevaba de un sitio a otro, biafreño él, que tras haber sufrido los rigores de la guerra civil que derivo de la secesión de su nación de la de Nigeria, le dijo con cierta nostalgia en la mirada: " Boss, con los británicos estábamos mejor" y es que al final de lo que se trata es que los que mandan lo hagan lo mejor posible y con el bien común de todos como objetivo y no para satisfacer su propias apetencias personales. Y el temor ahora, viendo las figuras de quienes podrían llegar a ser los padres y las madres de la "futura" republica catalana, quienes pueden ser los nuevos jerifes de ésta nueva Freedonia, la duda que debiera corroer y no escasamente a la ciudadanía catalana toda es la siguiente: ¿será ésta soñada arcadia feliz un nuevo Lienchestein con acceso a playa o por el contrario se trovarán con una versión renovada y con barretina de la Albania de Enver Hoxha? Qué desazón, ¿verdad?

*Abogado

Compartir el artículo

stats