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Independencia cuántica

El culmen de la pretendida modernidad catalana se ha alcanzado con esta independencia cuántica proclamada (o no) por Carles Puigdemont. La mecánica cuántica cambió las reglas conocidas de la Física. De pronto nos percatamos de que la realidad se comportaba de un modo más extraño y las partículas a la vez también eran ondas; y un sistema físico podía estar en varios estados a la vez, aunque sólo lo pudiésemos medir en uno.

La llamada paradoja del gato de Schrödinger se ha convertido en el paradigma de lo cuántico: un gato encerrado en una caja con un dispositivo que dispara un veneno. La activación de ese dispositivo es cuántico y como la caja está cerrada resulta imposible saber si el gato está vivo o muerto sin abrirla. ¿Cómo se encuentra el felino si nadie mira dentro? Vivo y muerto al mismo tiempo. Sólo la apertura de la caja permite resolver la cuestión.

Cataluña está ahora en un estado cuántico. Forma parte del Estado español y es independiente al mismo tiempo. Se integra en una monarquía parlamentaria y es a la vez una república. Puigdemont ha llegado a la posmodernidad o el surrealismo en la política del siglo XXI, la que logra las cotas máximas de la ininteligibilidad, que rompe sus propias normas y deja a los ciudadanos (y tertulianos) en un estado catatónico.

Declarar la república independiente de Cataluña y de inmediato suspenderla es un sí pero no, un creer que uno gana la partida con actitud de niño enfurruñado en el juego que no quiere reconocer que ha perdido. ¿Hay forma de resolver el dilema? Seguramente abriendo la caja. La caja de la urna de un referéndum legal o de unas elecciones anticipadas en Cataluña, según cada cual. Pero la respuesta a la pregunta de si existe o no república catalana quizás esté en la actitud de la CUP, que claramente ha visto que lo que sí pasa es que hay gato encerrado.

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