Diario de Mallorca

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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Alonso, el hombre de las llaves

Cuando se entra en el claustro de Montesión, barrio de la Calatrava en Palma, se descubre en un ángulo, bajo la bóveda, una figura de piedra mallorquina que representa a un hombre con sotana, llaves en mano, un gesto de salir hacia adelante, y un frase a sus pies que reza así: "Ya voy, señor". En absoluto icono postmoderno, permanece en el tiempo, sin embargo, como referente para tantos alumnos y alumnas que estudiaron en esta casa, y siguen estudiando, porque resulta ser un antiguo portero de este colegio/comunidad jesuita entre el XVI y XVII, con el tiempo declarado santo en la Iglesia católica en 1888 y patrono de Mallorca desde mucho antes. Se llama Alonso Rodríguez. Había nacido en Segovia, y los últimos cuarenta años de su vida los pasó en Montesión como portero. Y en este oficio se entregó al servicio de los demás de forma permanente, absoluta y eficaz. Fue un sencillo hermano coadjutor jesuita, no sacerdote pero sí igualmente miembro de la orden fundada por Ignacio pocas décadas antes.

Los jesuitas tenemos la inmensa dicha de contar en nuestro colectivo con tales hermanos coadjutores, quienes, desde el comienzo, colaboraban con los sacerdotes en tareas materiales de la compañía, y desde entonces han puesto una columna fundamental para la estructura de la misma. Con el tiempo, y al aumentar su cualificación formativa, han accedido a tareas educativas, administrativas y pastorales en todos los lugares en que los jesuitas trabajamos. De suyo, se trata de una dimensión laical en el seno de la compañía, semejante a la de otros colectivos religiosos. Repito que constituyen un grupo histórico imprescindible para entender y comprender el devenir de tantas de nuestras obras y comunidades. En Montesión, permanece la huella de muchos de ellos, entre los que destaca, cómo no, San Alonso, el portero representado en esa efigie conservada en nuestro claustro, sobre la frase ya comentada: "Ya voy, señor".

Este mes, el día 31, se cumplen cuatrocientos años de su muerte, y tanto jesuitas como personas relacionadas con nosotros, especialmente con Montesión, vamos a celebrarlo como se merece Alonso y Mallorca. Porque ha sido Catalina Thomàs la santa más conocida y venerada, pero estaría bien que Alonso Rodríguez también tuviera su "rincón de ejemplaridad" en esta isla tan necesitada de modelos semejantes. A Mallorca, no le sobran personajes dignos de orgullo general y de memoria compartida. Ciudadanos que han dejado una huella de coherencia, servicio y silencioso trabajo en favor de los demás. Precisamente ahora cuando tantos de nosotros necesitamos referentes para vivir y no menos para morir con dignidad. Alonso, desde su portería de Montesión, es uno de tales personajes, referencial en una sociedad como la nuestra. Tan desconcertada.

Su sencilla habitación, conservada ejemplarmente en Montesión, el museo que guarda un montón de objetos personales y recuerdos históricos, pero sobre todo esa capilla del santísimo, a la inmediata derecha de la entrada en la Iglesia, son lugares de culto para muchos conocedores del segoviano madurado en Mallorca, y están abiertos a la visita y contemplación de cualquier interesado. Unas 10.000 personas pasaron por nuestra Iglesia como visitantes durante el último año, y todas fueron invitadas a recalar en tal capilla y conocer los ámbitos comentados. En esa capilla y en lugar destacado, se conservan los restos de Alonso, objeto de devoción. Bajo la urna que los contiene, se celebra cada día la eucaristía, como signo de prioridad de su señor en su vida ejemplar. Y surte de muchas reflexiones en este momento histórico y en esta Mallorca / Palma nuestra. Vaya que sí.

Vivimos invadidos por marcas, por protagonismos huecos, por admiraciones sin sentido. Somos una sociedad del low cost. Nada mantiene su interés como no sea algo mediático. Y de pronto, uno para el carro de su propia vida, casi desbocado, ante este hombre, y le domina una especie de conmoción: permanece ahí, el mismo de siempre, mientras solamente dice "Ya voy, señor". Un tipo servicial, secundario en el conjunto, admirable pero en definitiva gris, que solamente se dedicó a abrir la puerta de Montesión, día tras día, como práctica de un voto de obediencia en la Compañía de Jesús. No pretendió nada más. Era simpático, un buen consejero espiritual, y abrió el camino misionero nada menos que a un Pedro Claver, ese auténtico "esclavo de los esclavos negros". Pero acertó en su apuesta sustancial: se determinó en el seguimiento del Evangelio y tuvo la osadía de realizar tal determinación con sencillez, sin darse importancia, hasta escribir, por mandato de sus superiores, un memorial que pone los pelos de punta? si se lee desde la óptica de una fe madura en la persona de Jesucristo. Los santos nunca escriben tonterías. Otra cosa es que no les entendamos ni comprendamos porque muchas veces se han movido en dimensiones completamente diferentes a las nuestras. Son otra cosa, aunque nos sean cercanos. Son, sin más, santos y santas de la Iglesia. Y haríamos bien, muy bien, si los aceptáramos antes que a otros personajes de medio pelo que hoy son y mañana desaparecen.

Este hombre, Alonso Rodríguez, segoviano y mallorquín, tan sencillo como prodigioso, permanece con nosotros en ese gesto de su efigie: llaves en la mano y saliendo a recibir a quien llama a la puerta, mientras dice "Ya voy, señor". Es un don descubrir en los demás a quien amamos, a quien servimos, a quien nos damos por completo. El hombre de las llaves les espera en Montesión para regalárselas. Porque todos necesitamos unas llaves para abrir a la vida que nos llama.

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