Cada vez es más habitual sentir el que trabajo nos estresa. Los cambios sociales y tecnológicos sucedidos en las últimas décadas han determinado un cambio en las modalidades de trabajo y una reorganización del sistema social en torno a la producción y el consumo que tiene consecuencias en el mundo afectivo de sus ciudadanos.

Las clásicas maneras de relación social van desapareciendo, dando lugar a nuevas variantes en las generaciones jóvenes, cuyo impacto en la organización del mundo psíquico y en sus valores personales todavía está por ver. Las actividades se individualizan, ya que las tareas para las que antes necesitábamos ayuda, gracias a la tecnología, ahora se pueden realizar en soledad. La disminución del contacto social, consecuencia de todo ello, aumenta el riesgo de sufrir estrés.

El producto de nuestro trabajo también cambia. Las cadenas de producción industriales se llenan de robots que sustituyen al hombre, a quien se requiere para que inventen esos robots. El producto de nuestro trabajo deja de ser tangible. Cada vez más, los resultados de nuestro esfuerzo laboral se miden en términos de conocimiento, para lo que se requieren grandes dosis de energía mental. Las patologías del daño psicológico han entrado en la medicina del trabajo, relegando en prevalencia a los accidentes traumatológicos.

Es incuestionable que el trabajo se ha convertido en un valor central en la vida colectiva y social actual. Nuestro trabajo define nuestro lugar en la sociedad y forma parte de nuestra subjetividad. Por este motivo, la problemática del desempleo no gira en torno únicamente de las dificultades económicas, sino también en torno a la pérdida de parte de la identidad de la persona. El trabajo puede ser lo mejor que nos pase en le vida, puesto que puede ser una fuente de sentimiento de realización, de creatividad, de autonomía y de dinero. Pero también puede convertirse en lo peor que nos pase en la vida, llegando a ser un pozo del que sólo brota agobio, molestia e insatisfacción. De hecho, las malas condiciones laborales empeoran la salud mental más que el desempleo. La organización mundial de la salud dedica el día de la salud mental de 2017 a la salud mental en el lugar de trabajo, como manera de invitar a empleadores y empleados, ciudadanos todos, a reflexionar sobre las condiciones de trabajo que ofrecen unos y aceptan otros, y sobre las capacidades personales de cada individuo para afrontar las circunstancias difíciles que aparecen en el entorno laboral.

Desde la Asociación Balear de Salud Mental, como profesionales de la salud mental que somos, dedicamos nuestros esfuerzos a divulgar la importancia entender en qué consiste el fenómeno psicosocial del estrés.

El estrés no es una enfermedad, sino una percepción subjetiva, una valoración personal de las cosas que nos van sucediendo en la vida. Lo que para unos es una fuente de malestar, para otros supone un reto. Depende de nuestra forma de ser, de nuestras experiencias previas, de nuestra subjetividad. El desarrollo humano es un proceso continuo de aprendizajes, de cambios adaptativos frente a las incidencias de la vida. Y a veces, esas incidencias aparecen en el mundo laboral. Cada persona reacciona de una manera particular ante la percepción de estrés. El problema aparece cuando esa valoración de malestar se mantiene en el tiempo de manera continuada. En ese momento, podemos enfermar. Enfermar es la consecuencia de esa visión de malestar. Y ese enfermar incluye problemas físicos, psicológicos, sociales y laborales.

El estrés es la respuesta a una situación que vivimos como desajustada, en la que hay determinantes ambientales y factores personales. Por esta razón, los empleadores deben esmerarse en cumplir políticas de gestión de personal que favorezcan un ambiente de trabajo estable, participativo y sin sobrecarga laboral. En el otro lado de la balanza se encuentra la responsabilidad personal para protegerse y superar el estrés. Llevar un estilo de vida saludable, realizar actividades que reduzcan el estrés, practicar un estilo asertivo de comunicación, ser consciente de las situaciones que generan estrés y ser capaz de proveerse autorrecompensas son algunas de las habilidades que están en nuestra mano para compensar esa tendencia a cronificar la percepción de malestar que nos generan las incidencias indeseadas en el ambiente de trabajo y nos ayudan a afrontar los obstáculos de la vida en general.

*Miembro de l´Associació Balear de Salut Mental (ABSM)