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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Una bandera de España de mentiras

La oposición del PP en el Consell ha puesto el grito en el cielo por una obra de teatro representada en el Principal, al considerar que veja la enseña nacional. La escena, sacada de contexto, va justo de lo contrario, pero no dejemos que la realidad les estropee a los populares la oportunidad de echar más leña al fuego.

Bienvenidos a Catetolandia. El Partido Popular en el Consell de Mallorca ha denunciado que el Teatre Principal de Palma ha tenido sobre las tablas de su Sala Petita este fin de semana una obra en la que un actor desnudo se restregaba una bandera de España por sus partes pudendas. Considera la oposición en la institución insular que en esta representación "se confunde la libertad de expresión con el insulto hacia la inmensa mayoría de ciudadanos de Mallorca que se sienten identificados con la bandera española y los valores que ésta representa como la democracia, la tolerancia y el mutuo respeto". No les ha hecho falta ver la función entera, les ha bastado un vídeo grabado a escondidas durante un ensayo y sacado de contexto para escandalizarse y extraer conclusiones apresuradas. Los consellers Joan Font y Catalina Cirer dan un paso más en su acreditada capacidad hermenéutica y entienden que Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke es una mala elección para el fin de semana del referéndum catalán, hecha con toda intención por el Consell de Progrés. La compañía El Conde de Torrefiel lleva un lustro girando con esta pieza por toda la geografía hispana, con éxito de crítica y público. Pero hasta llegar a Palma no se habían encontrado con unas mentes sofisticadas como las que alumbran la oposición del PP al gobierno de Mallorca, que han descubierto que su espectáculo encierra en realidad alguna moraleja separatista dictada por Puigdemont. Sería risible si la estúpida queja no hubiese traído consecuencias detestables como amenazas de todo tipo contra los actores, que han tenido que desaparecer de las redes sociales y denunciar ante el juzgado de guardia. Además de la constatación de que la libertad de creación es un bien frágil y fácilmente sacrificable en tiempos revueltos.

Como yo este fin de semana. disfruté del musical La Bella y la Bestia en el Auditòrium, y tuve que explicarle a mi hijo que los candelabros y las teteras en realidad no hablan, no me molesta aclarales a Joan Font y Catalina Cirer que nadie se frota los genitales con una bandera española en Escenas€ Se trata de una ficción lograda a base de atrezo. Una ficción que para más inri critica determinadas payasadas hechas con trazo grueso en nuestro tiempo con el propósito de conseguir audiencia, el mismo deseo que en mi opinión mueve a los consellers conservadores al montar un escándalo tan vacuo y de corto alcance. Si desean perseguir con ánimo inquisidor los múltiples sacrilegios de que es víctima la rojigualda, pueden empezar con las toallas que venden en los souvenirs del s'Arenal, y que acaba debajo del culo peludo y mojado de nuestros visitantes. Hay calzoncillos con la bandera de España, y también condones. A por ellos. Hay sombreros rojos y amarillos que acaban en las papeleras de Magaluf después de una noche de marcha. Aunque mejor no interferir en el libre mercado, por mucho que se nos abran las carnes.

¿Podrá un partido, el PP, que no distingue la realidad de la ficción deshacer el nudo gordiano de Cataluña? Creo que no. Los mares de esteladas que recogen las imágenes de los telediarios sí son de verdad. Y también las españolas que pretenden contrarrestarlas, pero solo las multiplican. Una guerra de enseñas, demostración visible de la fractura social que se hace más profunda, azuzada en Palma por nuestros pequeños políticos melodramáticos, con demasiada tendencia a sobreactuar.

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