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Levantar la esclusa ¡Ya!

El día después del no-referendum catalán comienza con la sensación de que nadie ha ganado, pero tampoco perdido. La fractura y el desencuentro siguen como estaban, quizás con un sabor de boca más amargo pero tan pendientes como ayer de la búsqueda, por parte de todos, de una vía para el diálogo político que debió empezar hace años. Son feas y desalentadoras las imágenes del domingo en Cataluña, sobre todo en Barcelona, pero mucho más leves de lo que pudieron llegar a ser. Exagerarlas, magnificarlas y convertirlas en el retorno del bumerán lanzado contra la celebración del referendum sería multiplicar el problema, además de meter otro palo en la rueda de la deseada solución. Los independentistas que se sienten demócratas no conseguirán nada reiterando el discurso de la mentira, ni el gobierno del Estado abrirá un camino de negociación plantado en el no y la amenaza.

Haya o no declaración unilateral de independencia, la Constitución y las leyes españolas la neutralizarán por su propia potestad, con el respaldo de todas las democracias del mundo. Y sea o no sea previsión del Gobierno intervenir la autonomía catalana inhabilitando a sus dirigentes, la razón y la pasión secesionista no va a cambiar, sino asumir un aplazamiento en el mejor de los casos. En sus palabras de anoche, el presidente Rajoy ha declarado su intención de reunir a todos los partidos con representación parlamentaria y solicitar una comparecencia personal en el Congreso de los Diputados. La primera puede ser decisiva para abatir el muro de la incomunicación política y será muy importante que asistan los grupos parlamentarios catalanes. En cuanto a la segunda, resultaría inútil si se reduce a las acusaciones y autodefensas de costumbre. Es muy probable que todos los ciudadanos del Estado estemos esperando un sesión distinta, con ideas realistas y más voluntad de resolver un problema gravísimo que de puntuar ante la parroquia.

Y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE ha sabido expresar con lucidez y precisión la lealtad constitucional de su partido, que determina el alineamiento con el Estado sin que ello signifique aprobación de todas las iniciativas del Gobierno y mucho menos la cerrazón al diálogo, que, a estas alturas, ya no puede ser hipócrita ni bizantino sin grave descrédito de quienes lo alienten. En corto, ambos han abierto la compuertas de una esclusa que, si sigue reteniendo el flujo de un debate sincero y sin dobleces, acabará derribada por el negativismo y la intolerancia. En cualquier caso, que no veamos nunca más imágenes como las de ayer.

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