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José Carlos Llop

La luna de Estambul

Hace dos veranos empecé mis vacaciones con el golpe de estado en Turquía y éste año las acabé con el atentado de Barcelona. El año que viene pienso plantearme muy seriamente si irme de vacaciones o no. Donde veraneo -lo he dicho otras veces- no tengo televisión, ni periódicos, pero hará unos cuatro años me llevé un reproductor de cedés que necesitaba para mi trabajo. Ahí se quedó. Este aparato intruso lleva incorporada una radio muy defectuosa desde donde se pillan tres o cuatro emisoras. Así que cuando el golpe turco, entre la radio y las llamadas telefónicas de un buen amigo, fui enterándome de las cosas y hubo muchas. Como cuando el atentado en Barcelona este verano. Entre todas ellas destacó por su interés -hablo de mi interés, claro- la ficción. Y la ficción se dio desde el momento en que sucedió el atentado en Las Ramblas y duró un par de horas. Consistió en asegurar aquí y allá -voces autorizadas, testigos y fuentes policiales, dijeron- que los terroristas huidos estaban atrincherados en un restaurante turco llamado "La luna de Estambul". Por supuesto tenían rehenes. Esta noticia se repetía una y otra vez mientras el nuevo conseller de Interior de la Generalitat aseguraba que a consecuencia del atentado sólo había un muerto. Que había heridos pero un muerto solo. Al mismo tiempo ya circulaban vídeos por internet donde se adivinaba, en el suelo e inmóvil, más de un cadáver. Pero sólo había un muerto según el Govern (ése fue el mismo conseller que días después desmenuzó la lista de fallecidos según su nacionalidad, para acabar diciendo que había también dos catalanes y tres españoles: como si los muertos en atentado yihadista sirvieran para hacer una "gracieta" o para reivindicar una nación). Pero sigamos en la luna. La de Estambul, quiero decir.

Ahí continuaban atrincherados algunos terroristas y sus rehenes, según las noticias. Se habían oído tiros y la policía rodeaba el local, según las noticias. Entonces sucedió. Una emisora entrevistó a una vecina de "La luna de Estambul": la noticia en primera línea. "No sé qué les pasa a los periodistas -dijo la buena señora-, pero me parece que se han vuelto todos locos. Sólo hablan de "La luna de Estambul" y de rehenes y mire usted: aquí no hay nadie. Sí, hace dos horas pasó un coche de los Mossos, pero ya está. Bajaron del coche, vieron que todo estaba en orden y se fueron por donde habían venido. Nadie ha visitado el restaurante -desde mi casa se ve perfectamente la entrada- y los propietarios son gente muy tranquila. No sé de dónde se sacan esta fantasía. Dígaselo a sus compañeros, dígaselo, por favor".

En ese momento sonreí, pero ahora estoy por pensar que hay una conexión Erdogan entre el golpe turco y el golpe del Parlament de hace un mes y que "La luna de Estambul" era su epicentro simbólico. Una ficción para crear otra: el espejismo por donde nos movemos, aunque lo de Cataluña, o Catalunya, sea una crisis de Estado y por tanto nadie debería mojar pan ni meter la cuchara en una crisis de estado. Para sacar partido, digo, y en cambio lo hacen. Pero antes, ocurrió el atentado. ¿Alguien lo recuerda? Lo pregunto porque no lo parece. El atentado no fue una crisis de Estado pero se aprovechó para mojar pan y meter cuchara. " No tinc por" nunca fue un aviso a los yihadistas. El eslogan se había tramado semanas atrás y con otro fin.

Insisto: el atentado ocurrió y ya ni siquiera parece que hubiera tenido lugar. La Historia, cuando se acelera, va borrando lo que deja atrás a gran velocidad. Y la Historia de nuestro país, ahora mismo, va como una moto. O mejor como una locomotora de última generación sin pilotos cualificados. Vuelvo a insistir: el atentado existió y todo atentado -más si hay muertos- es un trauma psicológico y social. Produce trastornos varios y esos trastornos duran mucho tiempo. Pero aún los produce más si nadie habla del asunto. Como aquí. Parece mentira que hoy en día, en que si uno se hace un rasguño en un accidente ya están enviándole un psicólogo para atenderlo, no ha habido ni psicólogo, ni catarsis, ni asimilación, ni psicoanálisis, ni digestión, ni nada, respecto al atentado en Barcelona. Barcelona en estado de shock y atrapada en un secreto de familia con dieciséis muertos en el armario y nadie hablando de ello. Como si no hubiera pasado nunca. Una barcelonesa me decía el otro día: "Creo que un día me pondré a llorar y no sabré parar y será el atentado lo que habrá detrás de mis lágrimas, un atentado para el que no hemos tenido tiempo suficiente de asimilar, ni nos han dejado tenerlo. Ni llorar nos han dejado".

Como un episodio más de "La luna de Estambul".

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