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Antonio Papell

El populismo y la cuestión catalana

Podemos y sus confluencias no han conseguido eludir la esquizofrenia de su posición en la cuestión catalana. Por una parte, como formaciones de izquierdas que dicen ser, encuentran grandes dificultades para adherirse a las tesis del nacionalismo ramplón, que enarbola románticas banderas, canta himnos imperiales, baila sardanas y está en contra de todo lo que signifique cosmopolitismo, internacionalización, superación de las viejas ideas y de los arcaicos estados-nación.

Por otra parte, tampoco ha querido Pablo Iglesias desperdiciar la ocasión de lesionar al régimen del 78, que consiguió en su día aplacar la voracidad nacionalista mediante una descentralización evidentemente imperfecta -lo lógico hubiera sido seguramente optar por un orden federal- pero que permitió a Euskadi y a Cataluña, las dos regiones con más demanda de singularidad por sus características históricas, étnicas y culturales, adquirir los mayores techos de autogobierno de su historia. El éxito de ambas experiencias fue indiscutible, y no se hubiera torcido la experiencia de no haberse cometido innumerables errores, a cargo de personalidades que más vale no citar pero cuyos nombres están en la mente de todos. Tal ha sido el afán de adueñarse de los réditos del conflicto que Podemos y Colau han acudido a varias manifestaciones en el Principado defendiendo "la libertad y la soberanía de Cataluña", un lema absurdamente incompatible con las reservas con que ambos han acogido el referéndum (es imposible que Iglesias, por su formación académica y democrática, no sienta rechazo a la fatua pretensión nacionalista de ejercer un inexistente derecho de autodeterminación). Pero por "movilizarse" que no quede, aunque sea incurriendo en flagrantes contradicciones.

El último paso significativo de Podemos en la escalada soberanista ha sido el tragicómico cónclave de Zaragoza, que pretendió celebrar primero en Navarra para forzar a asistencia del PNV pero que finalmente, a instancias de los nacionalistas vascos, se ha celebrado en la ciudad aragonesa. La reunión de la España plurinacional, promovida por Podemos y su constelación de aliados, y a la que se sumaban el nacionalismo vasco, el Partit Demòcrata (PDeCAT) y Esquerra Republicana así como Compromís, se convirtió en un exhorto al PSOE para que se sume a la refundación del Estado, y para que Pedro Sánchez abandone su alianza estratégica con el PP y Ciudadanos, en su "política de excepcionalidad y de represión, que amenaza las libertades fundamentales constitutivas de la democracia". "Emplazamos al Gobierno del Estado -dice el inane documento- a dialogar con la Generalitat y con el conjunto de fuerzas para buscar soluciones democráticas al conflicto político en Catalunya, unas soluciones que permitan a la ciudadanía catalana decidir su futuro en un referéndum acordado con el Estado", dice el manifiesto firmado por unos cuantos asambleístas de una veintena de organizaciones sin relieve.

En otras palabras, lo que debería hacer Pedro Sánchez -quien no es presidente del Gobierno, recuérdese, porque Pablo Iglesias le negó sus votos en el Congreso de los Diputados- a juicio de Pablo Iglesias y sus plurales conmilitones, es repudiar de una vez la Constitución de 1978 y sumarse alegremente al totum revolutum del asamblearismo populista que pretende abrir un proceso constituyente? aprovechando, claro está, la clarificadora experiencia venezolana? Iglesias cedería a Sánchez seguramente el liderazgo de semejante amalgama, seguro como está de que el socialismo desaparecería del mapa en semanas si cometiera la torpeza de embarcarse en semejante despropósito.

Es muy probable que esta frívola adhesión a regañadientes de Iglesias-Colau a los designios de Puigdemont, que ha alimentado al monstruo, le cueste a Unidos Podemos su ya no muy nutrido caudal de adhesiones en el resto del Estado, donde lo de la "Cataluña soberana" no se termine de entender. Y en cuanto al PSOE, no hay duda de que Sánchez ha entendido perfectamente que su obligación es encabezar y afianzar el bloque constitucional, sin perjuicio de sus discrepancias lógicas con sus compañeros de viaje en sus programas y proyectos de futuro.

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