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Antonio Papell

Europa se juega en Cataluña

Algunos analistas creen que de la salida de esta crisis catalana depende mecánicamente el porvenir de Europa entera

La cuestión catalana ha sido tratada con inquietante simpleza por la prensa europea, que aparentemente ha seguido la pauta inhibicionista de las instituciones de la UE, coartadas por el criterio absurdo de que el conflicto es un "asunto interno" del país concernido. Cuando están en juego los grandes valores democráticos, amenazados por visiones sectarias y ruines de la realidad, de la sociedad y del Estado, tal argumento se convierte en una colosal hipocresía.

Entre la atonía general, ha brillado sin embargo, como es frecuente, Libération, que publicaba el jueves pasado un artículo de Maxime Fourest titulado "L´avenir de l´Europe se joue (à nouveau) en Catalogne" (El porvenir de Europa se juega (de nuevo) en Cataluña), en el que sostiene que se impone un esfuerzo de pedagogía, a pocos días de un referéndum ilegal de importancia trascendental, frente a las facilidades dadas al relato separatista en los grandes medios europeos, a la pusilanimidad las llamadas al "diálogo" y al silencio ensordecedor de las instituciones comunitarias y de los gobiernos de los Estados miembros.

El artículo reconoce los hitos encumbrados de las gestas históricas catalanas, desde su valiente resistencia contra el fascismo durante la Guerra Civil (comparable por cierto, habría que añadir, a la que mostró Madrid, durante tres años al alcance de los cañones rebeldes) hasta su contribución a la transición democrática. Orwell y Semprún son citados por el autor como testigos de ambos hitos.

Sin embargo, el actual "proceso" dista mucho de aquellas gestas y del "movimiento cultural democrático, europeo y abierto. En su lugar, se encuentran, repetidos como un mantra, todos los clichés del nacionalismo más obtuso, tintados de racismo, de desprecio de clase, aunque con pretensiones de trabajador, progresista, honesto, republicano y europeo. Del otro lado están "ellos", la canalla ibérica retrógrada, perezosa y corrompida, vinculada a una monarquía demonizada a fuerza de escándalos y siempre con retraso con respecto a la hora europea".

Este ´storytelling´ -este relato, podríamos decir en español- tiene como aliado objetivo a Rajoy, que ha sobrevivido a una lista interminable de escándalos y cuya pasividad política ha privado a la crisis abierta en Barcelona "de cualquier escapatoria política". Así las cosas, viene a decir el articulista, el soberanismo ha caído en la tentación de utilizar el recurso del PP contra el estatuto de autonomía de 2006 como el pecado último que justificaría la vía de la secesión unilateral. Por más que -añade con objetividad- más del 90% del estatuto saliera indemne de su paso por el juez constitucional (catorce artículos censurados sobre 223)€ Aunque es evidente que aquel recurso fue un grave error político, en modo alguno puede justificar la huida del gobierno catalán hacia adelante, fuera del marco jurídico y de todo mandato político unívoco.

El articulista concluye afirmando que "de la salida de esta crisis depende mecánicamente el porvenir de Europa entera. Que se permita a una región ejercer unilateralmente, en un contexto de estado de derecho, el derecho de autodeterminación reconocido a los pueblos colocados bajo el yugo colonial o imperialista, supondría el fin de la intangibilidad de las fronteras establecidas al precio de mucha sangre derramada. Que un orden constitucional -húngaro, polaco o ahora español— sea derribado por la subversión de las normas democráticas en provecho de un partido o de una coalición con pretensión hegemónica y mesiánica supondría escribir la necrología de una Europa basada en la separación de poderes y en la jerarquía de las normas. Resultaría en fin inconcebible que un nacionalismo con ingredientes étnicos, excluyente y portador de un relato histórico alternativo e inventado para consumo de las masas triunfase de nuevo con un discurso falaz basado en virtudes taumatúrgicas y demiúrgicas. Los demócratas españoles no estamos, en fin, solos: en toda Europa -la Europa real de las ideas- tenemos que sentirnos comprendidos y acompañados.

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