Diario de Mallorca

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Lo que le faltaba a la crisis de Cataluña era que los hackers rusos, bien entrenados ya por medio de sus actuaciones en la campaña electoral estadounidense y en la consulta del Brexit, fueran a meter sus zarpas en el referéndum. Lo hacen, según parece, siguiendo pautas más que conocidas: a través de la generación de noticias falsas, que tanto han abundado en el proceso en marcha desde aquel inefable "España nos roba". La frase habría sido cierta sin más que cambiar el sujeto de la oración poniendo allí al honorable Jordi Pujol pero, por supuesto, eso no convenía a los intereses sagrados que andan en juego.

Las manipulaciones lanzadas como consigna han abundado en el episodio que llama ahora la atención de los hackers rusos. Son conocidos los sesgos lanzados respecto de la postura de la Unión Europea y del propio derecho que tendría una Cataluña independiente a permanecer en ella. Pero lo crucial a la hora de que cuele hoy una mentira es que se repita lo suficiente y, ahí, el papel de la maquinaria montada por el gobierno de Putin es oro puro. Cuando Abraham Lincoln dijo que no se podía engañar a todo el mundo todo el tiempo ni siquiera se sabía que existirían las redes sociales. El engaño infinito es posible ahora, siempre que sea lo bastante grande. Como se sabe, el impacto que logra cualquier noticia o comentario que se incluya, por ejemplo, en Twitter depende del número de veces que se reenvía o se aplaude.

Hay algunas circunstancias curiosas en este episodio de injerencia, como es el hecho de que la maquinaria rusa para manipulaciones interesadas coincida en estrategia y métodos con uno de los apoyos de mayor eco logrados por la causa independentistas: el de Julian Assange. El tuit con el que el refugiado en la embajada de Ecuador en Londres apoyaba la celebración del referéndum se reenvió, según indica el diario El País, hasta 2.000 veces en una hora y 12.000 en una sola jornada. Esas cifras apuntan a que se usaron procedimientos de rebote automático por medio de identidades falsas, algo que TwitterAudit „un sistema de control ajeno a la red„ ha confirmado. El 59% de esos supuestos seguidores de Assange no existe, sin más. Los seguidores falsos de Trump son, en comparación, un 19%.

Las teorías conspirativas, propias antes de la existencia de Internet de aquellas actitudes tendentes a la paranoia que denunció el filósofo Popper, se han vuelto así moneda común. Poco importa que las noticias sean falsas y utilicen las redes sociales de más fácil manipulación porque el objetivo está ya logrado en el momento en que el bulo se difunde. Así que, además de las garantías democráticas, es la verdad la que ha saltado ya por los aires incluso antes de que llegue el día 1º de octubre. Cabe pensar lo que se aireará a la mañana siguiente con las cifras relativas al resultado del referéndum. Que pena que Rajoy se haya negado a promover una consulta legal.

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