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Antonio Papell

Merkel marca el futuro de Europa

Las encuestas aseguran la victoria por amplio margen de Angela Merkel en las legislativas del domingo. Se iniciará así la cuarta legislatura bajo la impronta de eta democristiana proveniente de la Alemania del Este que creció políticamente a la sombra de Kohl, ante de volar por su cuenta. En esta ocasión, la previsible victoria -que deja sin argumentos a quienes pretenden una limitación de mandatos en España, que también posee un sistema parlamentario parecido al alemán- tiene una lógica contundente que no resulta difícil de comprender.

Por una parte, Alemania ha capeado bien el temporal de la crisis, y hasta podría decirse que gracias a su prudente y plano liderazgo ha conseguido que la Unión Europea saliera de ella indemne, con el euro reforzado tras la experiencia y un futuro pletórico a la vista. El Brexit no puede ser relacionado con la crisis pero tampoco es visto fuera del Reino Unido como una tragedia: antes al contrario, Bruselas y los sectores más europeístas de los 27 no pueden disimular su alborozo ante el hecho de que Londres deje de bloquear nuevas iniciativas integradoras.

Por otra parte, la moderación de Merkel en el centro derecha y, paradójicamente, el hecho de que su principal rival haya gobernado con ella en la legislatura que concluya deja con escasas posibilidades al partido socialdemócrata (SPD), que presenta al mejor candidato al que podría recurrir, ya que Martin Schulz puede acreditar muchos méritos europeos y además no ha participado en ese gobierno de coalición del que ahora debería responder ante los electores. Como se ha destacado, desde la crisis de 2008, el SPD y la CDU de Merkel han defendido la misma política económica, encaminada a hacer primar la estabilidad y a estabilizar la deuda. El concepto Schuldenbremse -freno a la deuda- fue acuñado por Peter Steinbrück, el líder socialdemócrata ministro de Finanzas de Merkel. Difícilmente el SPD podría enunciar ahora una opción alternativa creíble, cuando lo lógico es que el electorado prefiera la oferta genuina, la de Merkel, a la de sus segundos durante el mandato que concluye.

Por último, el triste papel jugado por François Hollande en su país, que ha desembocado en la providencial elección de Macron -providencial porque el debate político estaba planteado entre radicales de izquierdas y de derechas, resuelto finalmente con la victoria del centro-. Hoy existe un amplio consenso, del que el BCE no se encuentra muy alejado, en el sentido de que la política de austeridad aplicada a instancias de Alemania ha retrasado la recuperación y ha causado un dolor innecesario a las sociedades del Sur de Europa. Sin embargo, Hollande, que podía haber sido el contrapunto de los esfuerzos centroeuropeos por embridar a los países sureños, considerados cuasi delincuentes por su temperamento supuestamente manirroto, fue incapaz de invocar siquiera a Keynes para hacer en materia de políticas económicas lo que Draghi ha hecho en la política financiera. Ahora es Macron, un centrista liberal, quien está presionando sobre Merkel para dotar a la UE de un presupuesto, de un Ministerio de Finanzas y de un Mecanismo Europeo de Estabilidad que sea una especie de Fondo Monetario Europeo, lo que implicará a la larga la formación de un Tesoro comunitario y una mutualización de la deuda y del déficit, si los países periféricos convencen a Berlín de su disposición al rigor y a la disciplina.

La victoria de Merkel puede sin embargo orientarse de dos maneras distintas según cuál sea su socio de coalición: si los liberales FDP, ahora bajo el liderazgo del joven Christian Lindner, logran un resultado apreciable, se reconstruirá la alianza clásica CDU-FDP, muy conservadora. En caso contrario, lo más probable es que se reitere la gran coalición saliente, lo cual será una mala noticia para el SPD y la izquierda moderada europea, que ve cómo el centro izquierda alemán seguiría sin tener ideas propias y sin alentar el germen de preocupación social que debe caracterizar a estos partidos frente a la derecha democrática, pero que otorgaría a la gran Alemania un rostro más progresista.

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