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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Monotema y monocultivo

Desde hace unos meses, toda tertulia política hace un alto en el ecuador de su tiempo para verificar que "parece haber un solo tema de actualidad", antes de volver a la carga con el mismo: Cataluña y el procés. No digo yo que no sea importante o interesante, incluso lo más importante ("desafío" para unos, "aspiración legítima" para los otros), o lo más trascendente que le está pasando a nuestra democracia. Pero a mí me seduce lo justo el elevado gasto de energía que precisa. Quiero decir que mientras estoy en el atasco diario de la Vía de Cintura no me sublimo pensando en la posibilidad de una república, aunque siempre preferiré una república. Cuando veo las fotos de los 122 barracones en los que los niños de la escuela pública de Balears empiezan el curso (algunos habrán culminado su educación obligatoria sin tener sobre la cabeza un techo de verdad) no me consuelo pensando que Madrid me mata, pues veo que hay dinerito local y autonómico para contratos y servicios perfectamente prescindibles y sé positivamente que hay comunidades que desterraron las aulas prefabricadas en el tardofranquismo. Entre el alcalde de Palma Antoni Noguera, que les sugiere a los empresarios de la calle del Jamón que se dediquen a alguna actividad menos molesta y ruidosa (pero no más lucrativa), y el Seprona de la Guardia Civil que cierra tres campings ilegales en zonas forestales de la isla, lugares donde los turistas pernoctaban a 40 euros la noche y secaban la colada en las ramas de un almendro, no me cuesta nada elegir la gestión número dos y sus resultados palpables. El debate soberanista se ha convertido en la batamanta de la política, lo cubre todo y lo acalora todo. En Mallorca ha llegado con la gota fría, cuando la isla muestra mejor que nunca sus carencias estructurales.

Més, que tiene la llave maestra de la economía porque se adjudicó en el Pacte de Progrés la vicepresidencia de Turismo que ostenta Biel Barceló, plantea en el Parlament el tema de la república mallorquina para 2030 como quien saca la botella de licor de café que lleva doce años acumulando polvo en el aparador para que los invitados no abandonen la sobremesa. Cierto es que la política de ideas da más alegrías que la de hechos. Y que mientras se sueña con que las próximas elecciones proveerán de una segunda oportunidad a la izquierda, porque los contrarios son los mismos que causaron tanto hartazgo, se genera un subidón de adrenalina que no amarga a nadie. El sábado Mariano Rajoy se reúne en Palma con los líderes provinciales conservadores para escenificar el rechazo al referéndum catalán. Cuesta darle las gracias por elegirnos. El sábado, también, distintos grupos ecologistas constituidos en la plataforma 23-S (el GOB, Terraferida, Ciutat per qui la habita, Arran?) han convocado una macroprotesta contra la política turística bajo el lema Fins aquí hem arribat! Aturem la massificació turística. Més puede poner el acento en la oportunidad de la primera convocatoria, pero su masa social estará en la segunda. Rechazando la realidad que día a día tocan los mallorquines, lamentando una pérdida de calidad de vida que no están deteniendo las pusilánimes políticas progresistas, sino todo lo contrario. Esas reivindicaciones que se verán en pancartas y carteles el fin de semana tal vez puedan ser contrarrestadas con las fotos de urnas que se exhiben en el Parlament, pero lo dudo. Incendios en las palabras y debilidad en la acción no definen solo a Rajoy y Cataluña.

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