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Carmen Pérez Novo

El mal de Alzheimer

Existen muchas personas discapacitadas en nuestro país. De hecho, las últimas estadísticas señalan que dos millones y medio de españoles padecen esta problemática. De ellos, la mayoría son mayores de 65 años. A la vista de los hechos, ¿qué sucederá en un futuro no tan lejano?

Porque la esperanza de vida en España está aumentando progresivamente, gracias a los avances sociales y sanitarios. En la actualidad, está en unos 82,8 años y se estima que en el año 2020 llegará a los 85,1 años. Además, el sector que supera los 65 años es mayor que el de los que tiene 16 años. O sea que la vejez se ha convertido en la normalidad del futuro inmediato, por el aumento de la expectativa de vida y la estabilización de los nacimientos, con el agravante de la aparición de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, donde se integran las neurodegenerativas y que afectarán cada vez a un mayor número de personas. ¿Quién no ha vivido de cerca, o está viviendo, alguna patología de esta índole en un miembro de su propia familia?

Por eso, no estaría de más aumentar las ayudas sociales para hacer frente a esta problemática. Porque el número de residencias públicas es escaso. Y no digamos el de los centros de día. Y la opción de recibir ayuda en el propio domicilio es muy pequeña y difícil de conseguir. Además, ¿disponemos de personal cualificado para atender a estos pacientes? ¿y el control por parte de la Administración que asegure que están debidamente atendidos? Pues no debe ser muy bueno cuando se manejan cifras que barajan que entre 160.000 y 240.000 ancianos padecen abusos en España. Y, de todos, los más susceptibles son los enfermos con demencia senil, al no tener capacidad de protesta.

Por eso, ahora que se celebra el día Mundial del Alzheimer, un año más, se me ocurre pedir a los que manejan el dinero público que piensen en estos mayores que ya no tienen voz ni voto, porque han perdido la capacidad de recordar, de querer, de discernir, de hablar, de pedir, de protestar. Señores gobernantes, todos somos susceptibles de padecer esta cruel y devastadora enfermedad, que te deja indefenso y al manejo absoluto de los cuidadores. Urge, por tanto, dignificar socialmente a la vejez, con una mayor inversión en pensiones y asistencia social. Porque la triunfal historia de la longevidad no ha hecho más que empezar.

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