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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Inquieta la entrada de la ultraderecha en el Bundestag

Durante seis décadas pudo evitarse en Alemania la entrada de la ultraderecha en el Bundestag, pero ese período de gracia va a acabar con las elecciones generales de finales de mes. Todos los sondeos preelectorales predicen para la Alternativa para Alemania (AfD) un resultado de entre un 8 y un 11% el próximo 24 de septiembre, con lo que ese partido podría conseguir unos setenta diputados en un Parlamento federal de más de 600.

La consecuencia de los doce años que lleva al timón la canciller Angela Merkel en coalición bien con los liberales, totalmente desparecidos esta legislatura del Bundestag, al que con seguridad volverán esta vez, pero sobre todo con los socialdemócratas, es un país más dividido socialmente que nunca. Un país, en el que, como señala el semanario Der Spiegel, aumenta en muchas partes, pero sobre todo en los laender del este del país, es decir en la antigua Alemania comunista, el resentimiento y el odio, que ha sabido hábilmente explotar ese partido xenófobo.

Alternativa para Alemania surgió como un grupo nacionalista de protesta contra la moneda común a raíz de la crisis del euro, pero que se radicalizó rápidamente y degeneró en un partido abiertamente racista que ha logrado mientras tanto diputados en trece de los dieciséis Estados federados del país. Un partido un 30% de cuyos votantes son mujeres, como lo son también algunos de sus dirigentes, entre ellos la que ha sido hasta ahora y en cierto modo sigue siendo su cabeza más visible, la química Frauke Petry, a la que se sitúa actualmente en el ala más moderada y pragmática.

También es mujer una de las dos cabezas de lista al Bundestag, la doctora en economía Alice Wendel, que vive con una suiza nacida en Sri Lanka y los dos hijos de ésta en la Confederación Helvética, junto a la frontera alemana. O la cabeza de lista del partido en el Estado de Hessen, Mariana Harder-Kühnel, abogada , madre de tres hijos y ex colaboradora de un gran bufete dedicado a asesorar a empresas.

Esta última no se recata de atizar el miedo al inmigrante cuando en sus discursos habla de mujeres que en ciertos barrios no se atreven a salir a la calle con falda corta por miedo a que las insulten o las escupan. Los votantes del AfD proceden de medios sociales diversos y aunque predominan los trabajadores manuales, muchos son universitarios y profesionales como sus líderes, gente que ingresa más de 4.000 euros al mes.

No es pues exacto que, como se ha escrito muchas veces, la AfD sea exclusivamente un partido de gentes sin estudios o que llevan tiempo en el paro y muestran votando a ese partido su rechazo de un sistema que las dejó colgadas. Muchos de sus votantes confiesan haber votado antes a la socialdemocracia o a la CDU, pero se dicen decepcionados con los partidos de la gran coalición, a la que acusan de no defender a los nacionales ni la vieja cultura del país frente a la inmigración, el terrorismo y el islam.

Quien probablemente dirija el primer grupo de la AFD en el Bundestag es A lexander Gauland, expolítico de la CDU, partido que abandonó como hicieron otros, decepcionado por su escoramiento a la izquierda bajo la canciller, algo que también critica la CSU bávara. A Gauland y a muchos de sus correligionarios los une un odio casi enfermizo a la canciller, a la que acusan no sólo de haberlos traicionado personalmente y haber traicionado también al país cuando, en un primer momento, abrió de par en par las puertas del país a los refugiados. Con la AfD por primera vez dentro, aunque sea sólo una minoría opositora, el Parlamento federal no será ya lo mismo, ni siquiera en sus formas.

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