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Cordero negro

Tenía que ser un cordero negro, apaleado y lanzado al patio del alcalde de Alaró, Guillem Balboa, "Willy" para quienes le conocemos un poco, y no un ratoncito blanco o un hámster. El acto es, además de repugnante, especialmente ofensivo. Procurarse un cordero negro, golpearle hasta dejarlo moribundo y luego arrojarlo a la vivienda de Balboa hasta que el animal alcanza el grado de putrefacción, es una acción que no solamente revuelve las tripas, sino que nos hace recordar sacrificios bíblicos. En lugar del hombre sacrifican un cordero. Y, por si fuera poco, ese cordero tiene que ser naturalmente negro. La imagen es terrible, y si uno se para a pensar en las posibles asociaciones mentales de los sujetos, es doblemente repulsivo. La negritud apaleada, el deseo de que Balboa se suba a una patera y se vuelva a África de donde, según estos sujetos que infectan todo cuanto dicen, todo cuanto tocan, nunca debería de haber salido. La imagen que uno puede hacerse del cordero en estado de descomposición y, sobre todo, de los preparativos de estos miserables, apesta tanto como la carne podrida del animal. Se trata de atrapar un cordero negro, zumbarle hasta dejarlo malherido y agonizante y, como colofón, lanzarlo al aire para que caiga en el patio de Balboa. Se habla de maltrato animal, y así es. Sin embargo, la analogía es atroz. Guillem Balboa es, para ellos, la oveja negra, una mancha. Una práctica que desea, no sólo la maldición de la víctima, sino su terror.

Uno, por supuesto, puede disentir del ideario político de quien sea. Ahora bien, aquí estamos hablando de odio, y de un odio ancestral, tan ancestral y primario como el sacrificio del cordero negro arrojado en el interior de la casa de Willy. Sí, Guillem Balboa, el primer alcalde negro de Mallorca, digámoslo de nuevo. Un alcalde que no ha enfatizado su condición de negro, sino que se ha limitado a presentarse a las elecciones y salir elegido. Lleva, prácticamente, toda su vida en la isla, así que para qué subrayar algo evidente: el color de su piel. La patera que le desean para que regrese a África, según los infames comentarios que circulan por la red, no dejar de recordar al otrora infame barco de rejilla que algunos recalcitrantes querían para los forasteros y el no menos infame estribillo "no volem cap que no sigui dels nostres", utilizado con ánimo excluyente. En fin, barcos de rejilla y pateras para quienes, según estas cabezas inflamadas, no deberían estar aquí, y menos aún ocupando cargos de responsabilidad. El cordero negro putrefacto es una imagen brutal, que enerva sólo de imaginársela, ya me dirán ustedes para quien se encuentre en su casa con la realidad en bruto. Los cafres podrían haber escogido una gallina o un conejo blanco, pero se decantaron por la negritud del cordero. No contentos con el acto, en seguida han circulado las palabras por las redes sociales y, por supuesto, sus autores ya se han encargado de dar cinco vueltas de tuerca más a la vejación. Cuando leí la noticia, pensé que el cordero negro apaleado y moribundo era el trasunto del propio Guillem Balboa. La sustitución. En fin, uno ha visto películas de terror y ha leído algo la Biblia. Ya que no pueden cargarse al alcalde, sí pueden maltratar y dejar morir a un cordero negro. Altamente repugnante todo. No puedo más que, a pesar de las diferencias ideológicas, desearle a Guillem Balboa mucha fuerza, mucho aguante, mucha suerte y que siga sonriendo, pues la sonrisa, en estos casos, es la mejor arma, la que irrita a sus enemigos. Y, como bien ha afirmado el propio alcalde de Alaró, estos actos, en lugar de amedrentarle le obligan a uno a trabajar con más dedicación y ahínco.

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