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Matías Vallés

Al Azar

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Nadal, Asensio y Quintana

Mallorca sigue viviendo una edad dorada en la nombradía planetaria, ahí están por ejemplo los éxitos recientes de Rafael Nadal...

Mallorca sigue viviendo una edad dorada en la nombradía planetaria, ahí están por ejemplo los éxitos recientes de Rafael Nadal y Marco Asensio. Y si Manacor cuenta con el tenista y Calvià con el futbolista, Palma puede presumir como mínimo al mismo nivel de enumerar entre sus nativos a Lluís Quintana. Repitamos, Nadal, Asensio y Quintana, un triunvirato para la gloria. ¿Cómo dice?, ¿que usted no necesita explicación adicional sobre las gestas de Nadal y Asensio, pero jamás ha oído hablar de Quintana? Ahí radica el problema que queríamos abordar hoy. Lluís Quintana Murci, alumno ilustre del colegio Luis Vives, es el director científico del Instituto Pasteur en París. Es decir, está al frente de la cumbre de la investigación europea en campos como la inmunología y la genética. Seguramente es el mallorquín que ocupa un lugar más destacado en el concierto mundial. Pero no en su isla, según acaba usted de confirmarme.

Que me perdone Quintana por emplearlo de cobaya sin consulta previa pero, sin restar ni un ápice de exaltación a Nadal y Asensio, convendría que prestáramos un mínimo de atención a nuestros quintanas. Hay varios de ellos, diseminados por los centros científicos punteros del planeta. Tampoco conozco sus nombres, estoy demasiado atareado por el tenis y el fútbol. En cambio, puedo recitar sin vacilar a los diez deportistas de élite mallorquines más destacados del momento.

Más de un mallorquín con problemas reales ha acudido a Quintana en busca de ayuda. Cuando surge la preocupación acuciante, nadie pide un futbolista. Aunque están como mínimo a la par en esfuerzo, logros y desempeño, Nadal o Asensio ganan en un año más que el doctor Quintana en toda su carrera. Y sin embargo, hay miembros de la tripleta Nadal-Asensio-Quintana que solo cumplen una labor de entretenimiento, por honrosa que sea. Con la prensa a la cabeza, estamos diciendo a los jóvenes tentados de convertirse en Lluís Quintana que mejor harían aporreando un balón. Y así nos va, colonizaditos.

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