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El mundo que viene

El pasado mes de agosto se cumplieron diez años del estallido de las hipotecas subprime, embrión del desastre financiero que culminaría con la icónica quiebra del banco Lehman Brothers. Aunque la mayoría de economías occidentales están en pleno crecimiento, gran parte de la población ha asimilado que el mundo del crédito fácil no volverá. La pregunta a hacerse es: ¿hacia dónde apuntan las tendencias socio-económicas, en los próximos 10-15 años? Para dar respuesta a este interrogante, en 2012 el gobierno estadounidense dibujó en un informe cuatro grandes tendencias, que cristalizarían alrededor de 2030. En primer lugar, señaló que el dinero aportado por grupos como la Organización Mundial de Salud o la Fundación Bill y Melinda Gates sacará a millones de personas de la pobreza (especialmente, en países emergentes), lo que contribuirá al crecimiento de esas economías.

En segundo término, se apuntaba un cambio en la distribución del poder, con más peso de Asia (y China, al frente) y menor de EE UU y, aún más, de Europa Occidental. También se pronosticaba un grave problema demográfico, ante el envejecimiento generalizado y el descenso de la fertilidad, lo que supondrá un gran reto para sostener los generosos Estados del Bienestar europeos. Finalmente, se preveía un aumento de la demanda global de alimentos, agua y energía, como consecuencia del crecimiento de pujantes clases medias en los países en vías de desarrollo. Todo ello se está cumpliendo, con un agravante: no se hizo suficiente hincapié en las consecuencias políticas derivadas del empobrecimiento de las clases medias en Occidente, que han dado pie al crecimiento de populismos y a resultados políticos inesperados (Brexit, triunfo de Trump), que aún ponen más en jaque el desarrollo global. Bienvenidos al difícil siglo XXI.

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