El sarampión es una enfermedad infecciosa causada por el virus del mismo nombre. Afecta principalmente a los niños y se trasmite por contacto y vía respiratoria (tos, estornudo, saliva), presentando el índice de contagio más elevado conocido (10-12 casos por persona infectada activa). En general se considera una infección leve o moderada y la mayoría de los pacientes se recuperan en 5-7 días. Sin embargo, y especialmente en la población adulta, puede asociarse a complicaciones graves como neumonía, encefalitis e incluso fallecimiento.

El sarampión no tiene tratamiento específico y sólo puede prevenirse mediante la vacunación. La vacuna del sarampión se administra de forma rutinaria a los niños de 12-15 meses (primera dosis) y a los 3-5 años (segunda dosis) a través de la llamada vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y parotiditis).

En 2001 se puso en marcha el plan mundial de lucha contra el sarampión y la rubeola apoyado por la OMS y la UNICEF. Su objetivo era evitar la mortalidad asociada a esta enfermedad en el 95% de los casos y eliminar en seis regiones del mundo ambas enfermedades en 2020. Hasta el año 2009 los países europeos consiguieron reducir drásticamente los casos totales de sarampión; pero desde entonces han ido aumentando cada año de forma alarmante.

Así en Rumanía se comunicaron en 2016 unos 3.400 casos de sarampión y 17 fallecimientos y en lo que va de 2017 ya se han producido 7.233 casos y 30 muertes; también se han registrado pequeños brotes en países cercanos al nuestro como Francia, Portugal o Italia, este último con cerca de 800 casos el año pasado y más de 2.300 en 2017, de los cuales el 90% no estaban vacunados. El 40% de todos los casos de sarampión necesitan del ingreso hospitalario del paciente, con los costes sanitarios que ello comporta. Además, se ha confirmado un descenso global en el porcentaje de vacunación frente al sarampión, situándose por debajo del 95% (85% en Italia) que es el recomendado para la inmunidad de grupo y protección global ante la eventual llegada de un caso activo.

En nuestro país el principal brote epidémico se produjo a principios de año en Cataluña a partir de un caso importado de China; este primer caso dio lugar a 21 casos posteriores. La diferencia de este brote con los europeos es que afectó a población adulta joven. La mayoría de los brotes de sarampión se producen como consecuencia de las bajas coberturas vacunales y las deficiencias y dificultades en la implantación de los mismos en la población infantil de algunos países; todo ello asociado a un aumento alarmante de la negativa de los padres a vacunar a sus hijos frente a esta infección vírica, ya sea por motivos religiosos o a través de agresivas campañas antivacunas.

¿Debería obligarse a los padres a vacunar a sus hijos? En el mes de mayo Italia aprobó una ley que obliga a vacunar a los niños de 0-6 años frente a las 12 infecciones prevenibles antes de poder acceder a la guardería o escolarización. Además, contempla sanciones económicas para los padres que no lo hagan. Portugal también se está planteando crear un censo de niños no vacunados como paso previo a la penalización posterior de los padres por este hecho. Recientemente también Francia está estudiando una ley que obligaría a vacunar a los niños antes del inicio de la escolarización.

En todos estos países esta determinación se ha tomado debido a la observación de un descenso muy importante de las coberturas vacunales, no sólo frente al sarampión sino de forma generalizada. En nuestro país creo que sería un error obligar a vacunar cuando ya se consiguen de forma voluntaria tasas vacunales suficientemente elevadas para proteger a la población. La educación y persuasión son siempre mucho mejores que las medidas coercitivas. Tal como opinan algunos expertos, las leyes provacunación sirven como red de seguridad crítica y como una declaración simbólica de la importancia de las normas de conducta sociales. Mientras que la educación y la persuasión son elementos necesarios para mantener la comprensión pública del valor de las vacunas y permite confiar en los profesionales de la salud, los cuales a su vez son esenciales para asegurar el cumplimiento de las posibles leyes provacunas.

En nuestro país la mayoría de casos de sarampión se producen en personas jóvenes entre 30 y 45 años que no pudieron ser vacunados porque no existía la vacuna y no pasaron la infección de pequeños. Este grupo de edad es el que nos preocupa más intensamente y debería ser informado de su situación de vulnerabilidad.

La movilidad ciudadana es tan elevada actualmente que la existencia de casos de sarampión en países muy cercanos al nuestro debería llevarnos a intensificar los programas de vigilancia activa de esta infección. Tal y como afirma el ECDC (Centro europeo para el control de las enfermedades), se están produciendo preocupantes brotes de sarampión en múltiples países europeos, existiendo por ello un importante riesgo de difusión y transmisión de esta infección en aquellas zonas o países con poblaciones susceptibles y coberturas vacunales inferiores al 95%.

Pero el sarampión no es solo un problema europeo, lo es también a nivel mundial. Con un ambicioso plan de erradicación diseñado para alcanzar su objetivo en 2015, se ha visto totalmente desbordado y desfasado de la realidad sanitaria mundial. Así, aunque casi todos los países del mundo incluyen al sarampión en sus calendarios vacunales, sólo 122 de ellos (63%) han conseguido vacunar con la primera dosis al menos al 90% de la población infantil, cayendo la tasa a menos del 50% en la segunda dosis; la más importante ya que refuerza y asegura la respuesta inmunológica de larga duración (memoria).

El sarampión, la segunda infección vírica potencialmente erradicable, después de la viruela, nos lo está poniendo muy difícil a pesar de los esfuerzos conjuntos de todas las instancias sanitarias mundiales. El tiempo dirá, pero mientras tanto no deje de vacunar a sus hijos.

* Unidad de Virología. Hospital Universitario Son Espases