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Antonio Papell

Trapero, el futuro que le aguarda

Josep Lluís Trapero, 51 años, el jefe técnico de los mossos, ascendido por Ramón Espadaler (de la poco soberanista UDC) en abril de 2013 a la categoría de comisario jefe y apenas hace cuatro meses a la de major, el máximo escalón profesional de la categoría que permaneció vacante varios años, había alcanzado esta categoría por iniciativa del anterior consejero de Interior, Jordi Jané y del anterior director de los mossos, Albert Batlle. Jané fue destituido/dimitido el 14 de julio por su escaso fervor independentista y dio paso a Joaquim Forn, en tanto Batlle dimitió en solidaridad con Jané el 18 de julio, y en su lugar fue nombrado Pere Soler. Los moderados daban paso a los radicales, si bien de momento Josep Lluís Trapero se mantiene en el cargo.

Trapero, hijo de un taxista vallisoletano aunque él se crio en el barrio de Singerlin de Santa Coloma de Gramanet, empezó como agente en 1990, se licenció en 2006 en Derecho, se hizo experto en criminalidad informática, blanqueo de capitales y financiación de terrorismo. Además, ha recibido dos veces la Medalla de Bronce al mérito policial del cuerpo de los Mossos, tres veces la Cruz al mérito policial con distintivo blanco del Cuerpo Nacional de Policía, y en dos ocasiones la Cruz del Orden del Mérito de la Guardia Civil con distintivo blanco. Ocioso es decir que ha saltado a la fama con la desarticulación del comando islamista que ha cometido los atentados de Cataluña.

Pero lo relevante de Trapero no es su pasado singular y brillante sino el futuro que le aguarda: los Mossos d´Esquadra tienen transferidas prácticamente todas las competencias de seguridad salvo las relacionadas con la soberanía (fronteras, vigilancia de sedes diplomáticas, etc.). Y el próximo día 1 de octubre deberá preservar el orden público en Cataluña. Su jefe directo, Joaquín Forn, ya ha explicado que su papel será "asegurar la votación pacífica" de los catalanes. Y, previsiblemente, esta encomienda chocará frontalmente con las decisiones del Tribunal Constitucional al respecto, y con las órdenes que recibirá en calidad de policía judicial. Dicho paladinamente, cabe prever que el gobierno de la Generalitat le ordenará facilitar las votaciones, en tanto las instituciones del Estado le ordenarán todo lo contrario, basándose en el ordenamiento vigente y, más concretamente, en la Constitución que él ha jurado al ocupar los sucesivos cargos en el seno de su cuerpo policial.

No es la primera vez que este dilema se plantea: en octubre 1934, los Mossos d´Esquadra se pusieron de parte de Lluís Companys, que acababa de proclamar el Estado Catalán. Enrique Pérez Farrás era el Josep Lluís Trapero de la época. Como todo el mundo sabe, aquello terminó en tragedia. Los políticos catalanes están depositando sobre los hombros de Trapero una carga exorbitante, y es tremendamente injusto que este servidor del Estado haya de cargar prácticamente en solitario con el peso de semejante responsabilidad.

A Trapero, un personaje fuerte, no se le ve afectado. Antes al contrario, ha mantenido con naturalidad la portavocía policial ante la opinión pública, y lo ha hecho con soltura. Este lunes, se adentraba además en el camino intrincado de la política policial al reclamar un nuevo papel de los mossos en materia internacional. "Es la policía de referencia en Catalunya pero no le llega directamente toda la información de interés policial relevante que se genera en el extranjero". Si es así, tiene toda la razón en reclamar esa información. Y de sus palabras no se desprende que postule que aspire a que la suya sea la única policía catalana en el futuro? Pero estas declaraciones han generado polémica. Algunos estamos convencidos de que la mayoría -una mayoría muy clara- de los funcionarios públicos de Cataluña, incluidos por supuesto los Mossos d´Esquadra, defenderán sin vacilar el Estado de Derecho y el ordenamiento constitucional. Con lo que quienes pretendan desviarles de ese camino rectilíneo, propio de una democracia madura, habrán de meditar mucho por anticipado sobre la responsabilidad que van a contraer al intentar desviarles de su misión.

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