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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

La publicidad que buscan los terroristas

Si lo primero que buscan los terroristas es dar publicidad a sus mensajes de odio y a sus acciones asesinas, ¿les estamos siguiendo involuntariamente el juego los periodistas? ¿No es precisamente el hecho de darle publicidad lo que magnifica ese fenómeno y lo que al mismo tiempo da lugar a imitadores como ocurrió primero con los atentados en aviones y ahora con los que utilizan un automóvil como armas?

Es lo que opina, por ejemplo, el periodista alemán Bastian Berbner, quien en un largo ensayo en el semanario Die Zeit entona un claro mea culpa en nombre de la profesión. De nada le sirve a un terrorista cometer un atentado o ejecutar fríamente a los que, aun sin conocerlos, considera sus enemigos si no hay imágenes capaces de infundir terror a los demás.

Como explica Berbner, ocurre justamente lo contrario que con quien mata para robar o simplemente vengarse de alguien pues éste tratará, si puede, de borrar cualquier pista. Con las imágenes que difunde de sus atrocidades -por ejemplo, sus decapitaciones- el llamado Estado islámico busca por el contrario un claro efecto de propaganda, que luego multiplican los medios de comunicación.

El primer grupo terrorista que se valió sistemáticamente de internet para difundir sus crímenes fue la filial iraquí de Al Qaeda. El vídeo en el que se vio cómo su líder, Abu Mussab al-Zarqawi, decapitaba a un rehén estadounidense fue descargado medio millón de veces de internet en sólo veinticuatro horas.

En el fondo, lo que buscan los yihadistas con sus acciones es no sólo inspirar miedo a quienes no comparten su ideología, sino al mismo tiempo provocar al Estado de derecho, intentar que reaccione. Y hacer que los ciudadanos reclamen mayores medidas de protección a sus gobiernos, a los que acusan de débiles frente al terror, aunque ésas puedan significar un recorte de sus libertades. Cuanto peor, mejor, parece ser el efecto buscado por los terroristas, a quienes no asusta siquiera que como reacción, Estados Unidos y sus aliados decidan bombardear países enteros como ocurrió con Afganistán en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Porque, según su cálculo, con cada intervención militar, aumentará la rabia de los atacados y la solidaridad con las víctimas, muchas veces civiles, entre sus correligionarios de Occidente. Es un hecho comprobado por los sociólogos que cuando se da publicidad por ejemplo a un suicidio, muchas veces esa acción encuentra rápidamente imitadores.

Ocurrió ya en la literatura con el famoso relato de Goethe Los sufrimientos del joven Werther, que desencadenó una de suicidios entre sus lectores al punto de que se llego a hablar del "efecto Werther". Algo parecido sucedió tras otros suicidios, esta vez no literarios, como el de la actriz Marilyn Monroe o de la muerte por sobredosis del cantante Kurt Cobain.

¿Qué hacer pues con el fenómeno terrorista? Evitar darle publicidad como propone el autor del artículo de Die Zeit? Sería con seguridad contraproducente en un momento en que la gente se informa mayoritariamente a través de las redes sociales porque aumentaría la desconfianza en los medios de comunicación tradicionales.

Tal vez la única solución sería informar más fría y escuetamente de lo sucedido y sobre todo eliminar el elemento de espectáculo que tienen muchas de las coberturas que se hacen de ese tipo de atentados. Es en cualquier caso una cuestión para reflexionar.

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