La Ópera de Sidney, inaugurada en los setenta, acabó costando catorce veces más de lo presupuestado. El sobrecoste de la ampliación del Canal de Panamá ya rebasaba en 2014 los 1.600 millones de euros. Bent Flyvbjerg, profesor de la Universidad de Oxford, estudió en 2009 setenta años de obras públicas en veinte países de los cinco continentes y encontró desviaciones del presupuesto inicial en el noventa por ciento de ellas. Es la vieja vigencia de la advertencia recelosa de la abuela contra las rebajas. "Lo barato, que sale caro". El problema no es de ahora, ni de aquí, pero ha vuelto a resonar este verano en las colas de los arcos de seguridad del aeropuerto de Barcelona, donde la huelga veraniega de los trabajadores, su reivindicación salarial y el colapso del servicio en pleno agosto vuelven a embarrar el debate recurrente sobre el rigor en los criterios de adjudicación de los contratos públicos en España.

En el caso concreto, el Gobierno siempre negará que en el principio de todo esté la encomienda de la concesión a Eulen aunque admita que se la llevó por la ventaja económica de su oferta -ha aducido que la adjudicataria se hizo con el encargo rebajando en "sólo" un 2% el precio de la otra aspirante-, pero el asunto desborda los controles de El Prat y tiene aire de problema recurrente que se hace viejo sin respuestas. Por las rendijas de las rebajas en las contrataciones públicas se han colado la corrupción, sobrecostes de miles de millones de euros y ahora una plantilla de trabajadores que presiona a su empresa con la administración contratista al fondo. La oferta de Eulen era la más barata, asume Aena, pero cumplía con escrúpulo las condiciones del pliego.

Y a lo mejor la clave está en el pliego. Las ofertas con bajas desproporcionadas se han generalizado en los concursos públicos al calor de la crisis, terreno abonado para recrudecer la competición de las empresas por los contratos y seducir a la administración como a un cliente en las Rebajas, pero el asunto es tan antiguo que su incidencia se lee en una carta fechada en 1683. Ya entonces, Sébastien La Prestre, marqués de Vauban, gran ingeniero militar de su tiempo, se quejaba ante el ministro de la Guerra de Luis XIV, el todopoderoso rey de Francia, "por la confusión que causan las frecuentes rebajas que se hacen en sus obras, lo cual no sirve más que para atraer como contratistas a miserables, pillos e ignorantes, y ahuyentar a aquellos que son capaces de conducir una empresa". A la vista de que el problema traspasa los siglos y las fronteras, de que un ingeniero podría haber escrito lo mismo anteayer cabe concluir que no tiene fácil arreglo.

De regreso en la España del siglo XXI, el control de la rebaja desproporcionada es un deber legal del contratista público, que tiene a su alcance las herramientas para endurecer el examen, la inspección y la expulsión de las rebajas estridentes sobre el precio de licitación y, sobre todo, para no escoger únicamente lo más barato. A lo mejor basta un vistazo a la directiva europea que ordena los criterios de selección de un modo muy genérico, pero con un reciente y significativo cambio de terminología. Desde 2014, por todo lo que ha llovido en los últimos tiempos, por el chaparrón de sobrecostes y obras insuficientemente financiadas, el texto prefiere obligar a escoger sobre la base de "la mejor relación calidad-precio" donde antes se refería sólo a "la oferta económicamente más ventajosa". Más en concreto precisa que "se debe alentar a los poderes adjudicadores a elegir los criterios de adjudicación que les permitan obtener obras, suministros y servicios de gran calidad que respondan lo mejor posible a sus necesidades. Y un paso más allá, que "los estados miembros deben estar autorizados a prohibir o restringir el uso sólo del precio o del coste para evaluar la oferta económicamente más ventajosa cuando lo estimen adecuado". Queda planteada la contienda contra la anomalía demasiado frecuente en la que el sobrecoste está casi implícito en determinados concursos de obra y servicio.

Señalado el principio rector, y la obligación de observarlo, la gran cuestión para el descenso al caso concreto pregunta cómo puede una administración encontrar la seguridad de que el dinero que se ofrece no cubre costes y debe ser rechazada. Hasta ahora, la legislación estatal establece la posibilidad, no la obligación, de rechazar una proposición cuando se considere en un análisis preliminar que no pueda ser cumplida por incluir "valores anormales o desproporcionados". Entiende el legislador que al tratarse de una mera sospecha concebida de antemano debe ser confirmada y motivada y hace descansar esta tarea sobre los hombros del organismo contratante, al que impone la exigencia de comprobar, ante la duda de que el dinero sea suficiente, las capacidades de la empresa aspirante para ejecutar el contrato. Está obligada a requerir cuanta información adicional estime necesaria y sólo podrá rechazarla si el aporte documental no explica satisfactoriamente el bajo nivel de los precios o costes propuestos.

La carga de la prueba va a dar pues a la parte contratante, que sin embargo se moverá siempre en el terreno resbaladizo de las impresiones sin certezas y del riesgo de tener que enfrentarse a las reclamaciones posteriores de los candidatos excluidos. Los expertos encuentran en este punto la respuesta en los pliegos de contratación, que deben fijar con escrúpulo los límites que permitan apreciar que la proposición no puede ser cumplida, y en su caso las penalizaciones por incumplimiento de los criterios de adjudicación. Pero tampoco debería todo terminar ahí, toda vez que la correcta ejecución exige, al decir de algunos especialistas de la contratación pública, del control que la administración sea capaz de hacer también en la fase de ejecución de la obra. Aquí el problema vuelve al territorio del dinero, y de la adecuada dotación de medios para el control. En el fondo, no obstante, toda la teoría está clara desde el siglo XVII. Ya lo sabía Vauban: "Encargar las obras a un contratista que cumpla con su deber será siempre la solución más barata que podréis encontrar".