Dolor, rabia, solidaridad, pena, cercanía, lagrimas, incomprensión, unidad, desolación, firmeza, víctimas, terror, resolución, barbarie, muerte, insensibilidad, condena, incredulidad, fanatismo, competencia, medidas, incredulidad, miedo, vida, normalidad; no nos quedan ya palabras para acompañar lo que sentimos por los hechos de Barcelona, que bien podrían haber ocurrido en nuestro Borne o en nuestras propias Ramblas; y a uno le sacude la sensación de que las palabras quedan ya hueras de contenido, que tiene muy escaso significado, que no consiguen abarcar con justicia el drama, uno más, al que por lo que se ve debemos ir acostumbrándonos, de unos momentos de muerte y terror, que, tal parece, no visitarán de forma recurrente.

No es ahora el momento de los reproches, tiempo habrá para ello y voluntarios para expresarlos no faltarán, pero sí de tomar decisiones, de ser menos creativos y más efectivos; eso o como ya he dicho, vale más que empecemos a tener por costumbre el escuchar las cifras de muertos y heridos, de repetitivos actos de terror, con esa cierta indiferencia con que atendemos a las cifras de los muertos en carretera; como si de un parte de bajas de guerra se tratará, con normalidad; no parece haber termino medio.

Yo si tengo miedo, porque soy de la opinión, con todos mis respetos por los inventores del slogan barcelonés, que solo los insensatos y los fanáticos carecen de él y que lo que da valor a la conducta del ser humano es ser consciente de sus temores, de los peligros que acechan y aún así hacer lo que es preciso, a pesar del riesgo que ello conlleva; y temo que cualquier día me toque de cerca, a mi o a alguno de mis allegados, esa especie de lotería del atentado islamista; por favor evítenme gratuitos despliegues de percepción islamofóbica en el calificativo, al IRA norirlandés se le llamaba terrorismo católico y a ETA, terrorismo vasco, y nadie se rasgo las vestiduras por ello, pero es que además quienes establecen para ese terrorismo premisa de islamista son sus propios actores y voceros, no sus víctimas; quienes acuden al Libro Santo Musulmán para justificar sus mascares son los verdaderos islamófobos pues solo ellos establecen el paralelismo practico entre el islam y la muerte de inocentes.

Que quieren que les diga y es por ello que sigo echando de menos una actitud algo más beligerante por parte de los formadores de la opinión de lo que se ha venido en llamar comunidad musulmana; se condenan los actos terroristas cercanos, no los que suceden en otras geografías, se lamentan las muertes y las heridas, pero no parecen buscarse medidas entre esos mismos formadores de opinión, para que ese reproche, ese tener fuera de lo que es apropiado, de lo que es justamente significativo o entendible de ese islam pacífico y no arrollador de infieles, sea comprendido por aquellos que enarbolando las mismas enseñanzas que se predican en las mezquitas, las cuales seguramente se nos dirá han sido mal interpretadas, queman sus vidas en matar infieles; uno echa en falta que ese predicamento sea diario y anterior al lamento por las víctimas causadas y no a rebufo de la matanza; cierto es que la palabra Islam, tiene como significado "paz" pues al parecer proviene, dicen los entendidos, del árabe "Salam", pero también tiene como significado "sometimiento" y esa segunda derivada es ya más preocupante, porque someter siempre implica violencia y su significado se halla muy alejado del más entendible y aconsejable "convencer" y no se convence a cimitarrazos; por eso temo que sigan surgiendo entre nosotros musulmanes que continúen tomando al Corán como su conveniente Libro de Instrucciones para matar cristianos y judíos. Se lee en el Corán que Dios odia a los infieles, y no puede creer que los musulmanes de este nuestro tiempo piensen tal cosa. Ya sé que el Corán es un Libro religioso, escrito hace algo más de catorce siglos y que como otros textos religiosos estaba repleto de frases dirigidas a gentes con no demasiado nivel cultural, pero estamos ahora en el siglo XXI, y tal parece que desde el año 1.948, está en vigor otro texto, la Declaración Universal de Derechos Humanos, que contempla el derecho a la libertad religiosa, artículos 2 y 18 de la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; uno se pregunta el porqué ese derecho, que es obligación para los estados miembros no ha llegado a países que tiene voz, voto y asiento en la asamblea y que se permiten pedir condenas a otros estados miembros, ¿no será ese descuido también germen generador de extremistas religiosos?.

Ciertamente que entre los musulmanes, al igual que entre cristianos, judíos y aún ateos, existe el mismo y humano porcentaje de bellísimas personas, de indiferentes, de instruidos, de imbéciles y de fanáticos de distinta ralea, y no me cabe duda de que en su inmensa mayoría los que expresan su repulsa a las masacres de personas, grandes y pequeñas, como la de Las Ramblas lo hacen sinceramente y sienten el mismo desagrado y el mismo dolor que los demás, porque antes que musulmanes son seres humanos y como tales, como todos los demás, también les es dado el demostrar lo mejor y lo peor del género humano.

Decía Edmund Burke, que para que el mal triunfe, basta con los hombres de bien no hagan nada; quizá es llegado el momento en que los buenos musulmanes, esos hombres de bien, puedan y deban influir en la consideración de si ciertas frases escritas en el Corán, deban ser interpretadas por sus jóvenes en el año 2.017 al pie de la letra, o si por el contrario las palabras de aquel Libro no son una licencia para matar; díganles a esos jóvenes que el Dios Clemente y Misericordioso no ve con buenos ojos el que se destruya su obra más preciosa, el ser humano, sea o no infiel y que el Camino Recto no pasa por el sendero de la matanza de inocentes. En su mano, más que el cualquier otra, ésta.