Diario de Mallorca

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Distracciones estivales 4

Hace unas semanas oí dos declaraciones casi idénticas, aunque de fuentes distintas. Una, un famoso actor hispano residente en Estados Unidos a punto de recibir un premio en un certamen cinematográfico español; mientras reivindicaba su herencia cultural, y refiriéndose al escaso aprecio con que el establishment dominante de Hollywood considera a los latinos, auguró un pronto cambio de panorama y declaró: "Nos tienen miedo". Poco después un político independentista catalán aseguraba: "Les damos miedo", hablando esta vez del gobierno central del Estado. En ambos casos sentí que se me revolvían las tripas por el mero uso de una palabra que, dada la historia de la Humanidad, debería emplearse con extremo cuidado; y, más aún, porque quienes la empleaban se enorgullecían de pertenecer al grupo que causaba -o creía causar- esa emoción.

Pero si el uso chulesco del sustantivo me molesta, hay otro que casi me preocupa. El lema " No tinc por" más que una benemérita aspiración a la normalidad por encima de la barbarie transmite un mensaje irreal. Porque negar una emoción tan básica como el miedo ante las situaciones vividas el jueves pasado en Cataluña no es una muestra de valentía. Sí lo es, en cambio, decir que se tiene miedo, pero que se prefiere seguir adelante y no correr a esconderse al fondo de la madriguera, como probablemente harían nuestros antepasados de Atapuerca, más directamente conectados con los avisos primarios de su cerebro. Con todos mis respetos, ese lema, coreado cuando aún no ha habido tiempo material de asimilar lo ocurrido -y algo muchísimo más grave: lo que podía haber ocurrido-, me parece un rasgo más de nuestra civilización, que se muere por los gestos, la imagen, la envoltura, lo rápido de montar. Y, repito, dicho sea con todos mis respetos, porque una vez más, como tantas otras, la respuesta general de la gente ha sido ejemplar.

Durante unos días, tristemente, Barcelona ha llenado las pantallas de televisión de todo el mundo; igual que en su día Londres, Bruselas, París? Sin embargo, a través de esas mismas pantallas a diario vemos en países de África y Asia masacres similares que apenas tienen cobertura durante unos pocos minutos. Parece inevitable. Me pregunto cuánto habrá de repetirse el espectáculo del terror en nuestra zona para que acabemos reconociéndonos también en esos civiles de Egipto, Yemen o Irak, que paseaban, iban a comprar, al colegio o al trabajo cuando el descerebrado de turno decidió pasar la guadaña. Para que busquemos la raíz última de todo, el porqué de que unos jóvenes se apunten a sembrar el terror entre sus conciudadanos. Por debajo de la saturación y el postureo mediáticos y políticos. Ahondando en la maraña de intereses que recorre el mundo, ese viejo cableado letal que sigue funcionando sin que le afecten las flores, las velas o los peluches bienintencionados. Y que cada día, en todas partes, se carcajea del " No tinc por".

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