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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Los 'fabs', cincuenta y siguientes

Las estructuras básicas de vivencia y convivencia (familiar, profesional, social) han experimentado, y siguen haciéndolo, profundos cambios, no necesariamente negativos. La clásica y convencional familia ha modificado y ampliado sus funciones, sus roles y sus quehaceres. De día en día, sin romper los lazos, los contactos son menos intensos y sus interrelaciones más licuosas. Y en consecuencia no es extraño que los mayores (¿a partir de qué edad?) se sientan relativamente estafados, entre otras causas porque les han cambiado el paisaje donde se suponía les tocaba vivir y convivir.

Ya no pueden ejercer de abuelos cebolleta con sus nietos narrándoles fantásticos cuentos y/o iniciándoles en el placer de hacer trampas en el juego de la oca o el parchís. Ahora su función es ir a recogerlos al cole, acompañarles a casa, y enchufarles la tele o la tablet. No resulta extraño que las personas mayores (la tercera, o cuarta edad), voluntariamente o no, reubiquen sus reales en una vida propia y autónoma, que puede resultar "positiva". El problema surge cuando dejamos de gozar de buena salud y recursos suficientes, la soledad.

Pero, pelillos a la mar. A los susodichos humanoides (todavía de relativo buen ver, con gozosa salud a pesar de los achaques propios, y con una larga expectativa de vida) se nos intenta ubicar en un totum revolutum sin intereses ni aficiones comunes: los "FaBs" (Fifty and beyond), en paladín castellano "los cincuenta y siguientes". Ojo al dato, la próxima década la mitad de la población española tendrá más de 50 años. En consecuencia, todos los FaBs somos objeto de los deseos de los fabricantes de sueños, bienes y servicios. Pero no todos aceptamos ser FaBs, sin más.

Los genios de la mercadotecnia, a sabiendas, confunden la parte con el todo. Sin matices, nos ubican en la generación de los babys boomers a todos los nacidos entre 1940 y 1970, beneficiarios del denominado estado de bienestar, y en Balears del boom ligado al turismo y construcción. Sin duda tal coyuntura posibilitó la presencia de una nueva burguesía que supo aprovechar las múltiples y diversas oportunidades de índole financiero,de inversión, empresarial, profesional, etc. Y tal boom también supuso la aparición de las "nuevas" clases medias. Jóvenes entonces, ahora FaBs, emprendedores y "pencones" crearon nuevas empresas y negocios, desarrollaron nuevas profesiones. Sus rentas laborales y/o empresariales eran estables. Pero la crisis fue cruel para todos y todas pero con distinta intensidad: unos supieron y pudieron flotar entre aguas turbias, otros no.

La realidad es que sólo los que salieron airosos de la crisis son objeto del deseo de tirios y troyanos. Tales FaBs "gloriosos", ahora con 50 años o más, jubilados o prejubilados "voluntariamente", con hijos liderando sus actividades financieras, inversoras y/o empresariales, siguen vivos y coleando en la flor y nata social. Son clientes potenciales de la moda, de la salud, de los festorros, de asociaciones benéficas, de viajes ad hoc, de ONG, del interim manager (asesores, consejos de administración, etc.) de su propio o ajeno entramado empresarial, de participar en estudios superiores específicos (como profesores o como alumnos), y mil otros menesteres.

Pero existen otros que no son objeto del deseo de nadie, los FaBs "invisibles". Los hombres y mujeres, de 50 años y siguientes, que no superaron la crisis y malviven instalados en la inestabilidad en el ámbito personal, familiar, profesional/laboral, social, etc. En la crisis aparecieron los ERE, se perdieron puestos de trabajo, los salario (como mínimo) se bloquearon, se despidieron preferentemente a mayores de 45 años porque su coste era elevado y se les sustituían por personal joven inexperto pero más barato. Y ahora "superada" (?) la crisis, la creación de empleo apenas les afecta. O son perceptores de paro de larga duración o no perciben ninguna percepción por haber agotado su tiempo máximo. En nuestra Comunidad tal colectivo creó su propia organización, AMPEB. Fui testigo de sus quehaceres, llegando a firmar un convenio con la patronal creadora de mayor empleo cuyo resultado ha sido (y sigue siendo) un auténtico fracaso.

Con estas líneas no pretendo ofender a nadie. No pertenezco a los FaBs gloriosos, ni tampoco a los FaBs invisibles. Pretendo trascurrir los (¿largos?) años que me restan del modo más lúcido y crítico posible, con la posibilidad real de no tener que defender lo que no creo. ¡Ah! Y tener redactado el testamento vital.

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