Diario de Mallorca

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En los años 70 la Derbi, con su depósito rojo y el manillar corto -alguno lo acortaba tanto que lo dejaba en los mandos tan sólo- era un signo y un símbolo. La Derbi era el signo estético de una clase social -la obrera- y un símbolo de que la velocidad y el riesgo eran cosa suya. Venían de la Velo-Sólex y la Mobylette; la Derbi era un triunfo: su triunfo. Se tumbaban sobre el depósito como si corrieran en un circuito y, trucado o no el motor, su sonido era agudo e impertinente, dispuesto a hacerse notar, aquí estoy yo y os aguantáis si no os gusta. Como apenas se llevaba casco entonces y a quien lo llevaba se le veían los ojos, la mirada era retadora, de auriga en circo romano. Aquí se les llamaba 'murcianos'; en Barcelona, 'xarnegos'. Clasismo. Y entre los intelectuales señoritos de la gauche barcelonesa - Barral o Gil de Biedma, por ejemplo- se les bautizaba como 'el vigor del pueblo soberano'. Ángel Nieto, que se ha ido en un quad, fue entonces su arquetipo: rostro achinado; expresión de astucia y alegría de vivir; pequeño de estatura; voz aguda; rápido, nervudo y musculoso.

Había más: el estupendo y enorme Migueli, por ejemplo, o el aindiado Lobo Carrasco -soy del Barça de esa época: solíamos perder la Liga-, cada uno en su estilo y lo tenían, estilo, quiero decir. En la Barcelona de los 70 visitaban Bocaccio y se mezclaban con la gente que no era su gente, sin perder su aspecto totémico -es decir, luciéndolo (y había reto en ese lucimiento)-, ni su risa a destiempo -es decir, estallando según su tiempo, no el de los demás-. De entre todos ellos, Ángel Nieto -que se dejaba ver por las noches del Club de Mar de Palma- fue un supercampeón: trece veces campeón del mundo en 125 y 50 centímetros cúbicos. 'Nunca me dieron el Príncipe de Asturias', dijo. Se lo merecía. Tanto o más que otros, pero la verdad, no habíamos pensado en ello. Ni siquiera recordábamos el número de veces que había subido al podio: eran muchas, eso sí. ¿Fue clasismo esa falta de premio? ¿Lo era nuestro olvido?

Lo digo porque antes he citado a Barral y a Gil de Biedma, pero tratándose de Ángel Nieto -sigo hablando de arquetipos- debería haber citado a otros dos: Manuel Vázquez Montalbán y Juan Marsé, que estaban más cerca. Barral y Biedma salían de otra parte, aunque todo se mezclara entonces. Porque si imaginamos su infancia y los hacemos hablar, cualquiera de ellos -Nieto, Migueli o Carrasco?- podría haber sido un narrador, o un oidor, de aventis, las historias del barrio, mitad realidad, mitad fantasía y elaboración del mito, que Marsé llevó a las páginas de Si te dicen que caí o de El embrujo de Shangai. Y cualquiera de ellos, ropa tendida en las ventanas y escaleras con olor a lejía y gritos, tuvo en la radio de sus padres una educación sentimental - Tatuaje y los seriales- como la que Vázquez-Montalbán incorporó a la poesía española en sus primeros libros: Movimientos sin éxito, La educación sentimental, Coplas a la muerte de mi tía Daniela o A la sombra de las muchachas sin flor. Sin necesidad de leerlos: ¿pa qué? La vida estaba en la calle -futbolines y billares- y en las chavalas del barrio y en el ruido del motor al darle a tope al acelerador sin marcha puesta. Y había otra vida, mejor y lejos del barrio, que sólo podía agarrarse desde el podio, dejándose la piel en cualquier curva. Las manos manchadas de grasa y el olor a gasolina eran un medio de acercarse a ella. Pero sobre todo, eran lo más. Como ser guerrero apache en el Far West, el mismo orgullo. La Derbi.

Antes he pronunciado la palabra mágica -clasismo- e intelectualizar todo aquello también es, sospecho, una forma de clasismo. El mismo que dejó a Ángel Nieto sin su Príncipe de Asturias y que ha negado -desde el catalanismo excluyente de un sector de la UIB: clasismo politizado- el doctorado honoris causa al tenista Rafael Nadal -diez Roland Garros en su haber y no sigo-, acusado del terrible pecado de afirmar su nacionalidad española donde haga falta y encima ser del Real Madrid. Tampoco intelectualizaremos esa excomunión ahora. Ángel Nieto tenía 70 años al irse y su generación -además de las sinfonolas de los bares- posee banda sonora propia en algunas de las canciones de Serrat, que salen de lugares parecidos a los que salieron ellos: la emigración, las barriadas periféricas de la gran ciudad, el desplazamiento social, la necesidad de una vida propia en la ajenidad? Son hombres que han conquistado el mundo en lo suyo, sin practicar jamás la impostura y siendo siempre quien se es. Ángel Nieto, por ejemplo, que se ha ido en un quad y no en una BMW. La vida entonces todavía no era un espectáculo y la memoria -lo que somos- no necesitaba de Google. La única moto que tuve -por si a alguien le interesa- fue una Guzzi roja -creo que de 65 cc- con el cambio de marchas de palanca en el depósito, petardeo del motor y matrícula de los tiempos de Matusalén. Disfruté mucho con ella y nunca me saqué el carnet.

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