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Antonio Papell

Actúa' y el bloqueo de la izquierda

Podemos´ lleva sobre sus espaldas un inolvidable pecado original, que perseguirá a esta organización y a su líder Pablo Iglesias mientras vivan: no haber preferido apoyar un gobierno de centro-izquierda pactado por el PSOE y C´s después de las elecciones generales de 2015, facilitando así la continuidad de la derecha, la perduración de las mismas políticas. En definitiva, la pervivencia de unas reformas neoliberales que se reducen a la austeridad, cada vez más desacreditada, y la no implementación de otras reformas progresistas que son inaplazables: mejora del estado de bienestar, reforma del sistema de pensiones para asegurar suficiencia y sostenibilidad, más esfuerzo público en educación e investigación, recuperación del derecho a la negociación colectiva€

Aquella decisión de Iglesias supuso el boqueo político de la izquierda que se consolidaría poco después, cuando el líder populista decidió aliarse con Alberto Garzón y parasitar el espacio de la izquierda radical que históricamente ha ocupado IU, y que con Anguita -mentor de Iglesias— ejerció a conciencia el odio leninista a la socialdemocracia hasta el punto de formalizar una pinza con el PP contra el PSOE.

Aquella alianza del populismo con la coalición vertebrada en torno al PCE tuvo un efecto claro, que se manifestó en las elecciones de 2016: al identificarse Podemos con la Izquierda radical y engullir a IU, su dimensión tendió a ser la que históricamente ha correspondido a IU: la suma de ambas formaciones perdió más de un millón de votos entre las generales de 2015 y 2016. Además, se ha erigido un muro ideológico que impide por ahora afianzar una relación significativa entre el PSOE y Unidos Podemos: podrá haber alguna alianza táctica pero será muy difícil esbozar un proyecto conjunto de gobierno. Con lo cual, la derecha puede dormir de momento tranquila: la desunión del otro hemisferio le garantiza la perduración, porque ella gestiona mucho mejor la reciente división del espacio generada por la irrupción de Ciudadanos.

Esta situación de bloqueo es la esgrimida por los fundadores de "Actúa" en su manifiesto fundacional, que dice textualmente: "Confiábamos en que las fuerzas progresistas conocidas y las de más reciente aparición evitarían la continuidad del PP en el gobierno. Por razones que obedecieron a intereses partidistas, esto no ha sido así. Y la realidad es que el mayor cambio electoral acaecido en España desde el inicio de la Transición ha dejado de lado la urgente y necesaria regeneración del Estado y de nuestra democracia". En consecuencia -sigue diciendo el documento—, "ponemos en marcha Actúa, un espacio de reflexión, debate cívico e intervención política con vocación de servir de punto de encuentro para las diversas fuerzas progresistas y de izquierdas y el objetivo de promover y facilitar futuras alianzas electorales y propuestas unitarias que permitan los cambios radicales que exigen las excepcionales circunstancias que vivimos". Actúa ha sido inscrito como partido político.

La iniciativa está suscrita por relevantes personalidades progresistas: además de Baltasar Garzón y Gaspar Llamazares, suscriben el manifiesto Cristina Almeida, Federico Mayor, José A. Martín Pallín, Luis García Montero, Carlos Berzosa, Almudena Grandes, Antonio Gutiérrez€ Y lo más desconcertante es que en la rueda de prensa inaugura, sus promotores manifestaron que aunque la inscripción como partido es para preservar el nombre, no descartan presentarse algún día a unas elecciones.

El problema de la izquierda no es la falta de estructura sino el exceso de particularismo, la sobreabundancia de organizaciones descoordinadas entre sí. Por ello, quizá haya llegado el momento de que los promotores de nuevas aventuras -sean plataformas, lugares de encuentro, propuestas de convergencia o nuevos partidos políticos€— adquieran un compromiso solvente con las formaciones políticas existentes y las impulsen desde dentro con su influencia. Empieza a ser paradójico el hecho de que la crítica a los partidos por parte de muchas personas distinguidas de la izquierda no se haga participando en los debates desde la propia cocina partidaria sino a través de organizaciones satélite que dan mucho renombre pero que no sirven materialmente para nada.

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