Diario de Mallorca

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José Carlos Llop

Aviso a navegantes

Hay un pasaje de El gatopardo, donde el príncipe Salina observando el juego de los más jóvenes de la familia, exclama: "¡míralos: parecen monos!". Esto es algo que nunca haría uno de los nuestros contemplando a sus descendientes: tratarlos de chimpancés. Al revés: somos una sociedad que permite a sus niños lo que no consiente a sus mayores. Y encima, se les satisfacen caprichos y ríen las gracias (que muchas veces no tienen ninguna). "Aquest nin, que és de puta" es lema tribal. En vez de reñirlo por pillo o malvado se le premia con una sonrisa en los labios: "Que és de viu"!. Y así vamos.

La reciente campaña del Govern balear para rebajar cargas fiscales y conseguir más dinero en gasto e inversión, juega peligrosamente con la imagen de dos niños angelicales e idénticos. Ni uno ni otro tienen aspecto de "nins putes" pero se le dan razones a uno -inyectándole el síndrome de Caín y Abel- para llegar a serlo. El primero, nos dicen, vive en la Península; el otro en Balears; el resto del anuncio son agravios comparativos entre ambos. La campaña apunta al corazón de lo visceral, cosa que además de ser de mal gusto, nunca se sabe hasta dónde puede conducirnos. Para empezar fomenta -está en su espíritu, al menos- la comparación, la envidia igualitaria y cierto rencor por ser tratado injustamente -lo que a corto y medio plazo sólo se traduce en resentimiento personal y social-. Y lo hace usando esa imagen infantil y el mensaje de que un niño peninsular tiene más ventajas que otro insular -o sea, uno de los nuestros- por el mero hecho de ser peninsular. A ver cuántos mallorquines nos iríamos a vivir a la Península sólo por disfrutar de esas ventajas: que yo conozca, ninguno.

Si la financiación de nuestras islas no es como debería ser -en eso estamos todos de acuerdo- no parece ésta la forma adecuada de planteárselo a la sociedad. Es muy desafortunada y no crea nada bueno. Ni siquiera la inexistente cohesión social balear que, de lograrse por esa vía, nacería de un mensaje perverso y por tanto crecería enferma por fóbica y excluyente. La experiencia y la intuición nos dicen que una campaña así sólo alimenta la mala leche. Que acabaría derramándose entre nosotros mientras al otro lado del mar se fuman un puro. O dos.

Que la insularidad debe compensarse en distintos frentes -y no sólo en los vuelos interislas, o en el descuento que luego las compañías neutralizan subiendo el precio del billete- es algo en lo que todos estamos también de acuerdo. ¿Por qué, entonces, retorcer ese pacto tácito y convertirlo en algo que alimenta el disparate emocional y daña la convivencia? Las reivindicaciones del Govern serán todo lo justas que el Govern considere, pero la publicidad de marras es perniciosa en sí y perniciosa para nosotros mismos, los insulares (hoy lo llamarían una campaña tóxica). Cuando se juega con el lenguaje hay que ponerse los guantes más finos que se tengan, pero cuando se juega con pulsiones del instinto la cosa es más delicada y peores sus consecuencias.

Hace unos años la isla se pobló de vallas institucionales que eran imperativas: "Estima Mallorca" decían esas vallas, como si fuera una obligación maoísta al levantarse todas las mañanas. Entonces escribí un artículo en estas páginas donde sostenía que quien ama algo -país, tierra, casa, familia-, o ama a alguien -padres, mujer, marido, hijos, o amante-, no se llena la boca diciéndolo. Lo considera un sentimiento de su vida privada; por tanto, hace, no dice. Pero si ese sentimiento se utiliza públicamente, levanta nuestras sospechas de inmediato porque allí se esconde otra cosa y no es el amor que se dice manifestar. No había de pasar mucho tiempo para que saltara a los tribunales de justicia la concepción patrimonial de los que promovieron aquella campaña de all you need is love, tátarararဠSu cacareado amor por Mallorca era un amor interesado y acabó mal.

Las reivindicaciones respecto a la financiación autonómica son, repito, necesarias institucionalmente, pero esta campaña inicial, con el objetivo de incorporar a la sociedad al debate, sólo encierra, consciente o inconscientemente, la semilla cainita. Si es consciente, malo; si inconsciente, hay tiempo de modificarla. Una institución como el Govern balear debería ennoblecer el aire que respiramos, no envilecerlo y así, estamos a un paso, créanme.

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