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El fin del parlamentarismo

La reforma del Reglamento de la cámara que ayer sacaron adelante los independentistas en el Parlamento catalán es una aberración, con independencia del objetivo que persiguen. Para poder aprobar normas de desconexión sin injerencias, establecen un procedimiento legislativo de lectura única que evita el engorro del debate parlamentario, la presentación y discusión de enmiendas por las fuerzas de oposición, las deliberaciones que podrían llegar a la opinión pública, etc. Todo el mundo sabe, y los independentistas los primeros, que esas leyes serán nulas de pleno derecho porque ni el parlamento de Cataluña es competente en asuntos que exceden de su incumbencia, ni la propia reforma reglamentaria salvará el escollo del Tribunal Constitucional (como las propias leyes de desconexión, evidentemente). Pero el hecho de que las fuerzas independentistas, la heterogénea formación JxS y la inefable CUP, vayanpor ese camino angosto demuestra su deriva autoritaria, su inaceptable violación de las más elementales normas democráticas. Si un reglamento como el que se pretende imponer prosperara, el parlamentarismo habría muerto. Si la democracia es gobierno de la mayoría con respeto a las minorías, la falta de ese respeto convierte el aparente pluralismo en fascismo.

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