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Antonio Papell

Rajoy, testigo de cargo

La sesión ha debido de ser perturbadora para el primer presidente de Gobierno español que, en activo, ha tenido que pasar por una prueba de esta naturaleza

Rajoy pasó ayer un mal trago, el peor de su vida política seguramente, al haber tenido que enfrentarse con las potentes acusaciones particulares de ADADE -el abogado Mariano Benítez de Lugo- y del PSPV -Virgilio Latorre-, y de otros actores jurídicos que han evocado nuevamente, en el marco de la primera parte del caso Gürtel, los papeles de Bárcenas, los SMS de Rajoy al extesorero€ Toda una historia siniestra que se imbrica en un problema de corrupción estructural que está dejando sus secuelas. La experiencia, aunque correcta, ha sido en alguna medida humillante: desde la protesta de Benítez de Lugo por la sorprendente ubicación de Rajoy en la sala (junto al tribunal) hasta el tono y la cuantía de las insinuaciones realizadas por los acusadores y por las defensas de los demás acusados, la sesión ha debido de ser perturbadora para su excepcional protagonista, el primer presidente de Gobierno español que, en activo, ha tenido que pasar por una prueba de esta naturaleza.

En este caso, el mensaje no ha sido el medio, como decía McLuhan, sino el testimonio. Lo relevante de la comparecencia de Rajoy como testigo ante el tribunal de la Audiencia Nacional ha sido la comparecencia misma, el hecho de que el presidente del Gobierno y líder del principal partido de este país haya debido dar explicaciones sobre unas corruptelas continuadas y persistentes que se produjeron a su alrededor y cuya dimensión ha quedado implícita en la propia envergadura del proceso.

El planteamiento general de Rajoy ha consistido en diferenciar radicalmente la acción política de la gestión económica. La cúpula del PP no tenía conocimiento alguno de la financiación del partido, que corría a cargo del gerente y del tesorero. La mano derecha no sabía lo que hacía la mano izquierda. Esta fue la tesis que mantuvieron en su momento y en el mismo proceso Álvarez Cascos, Arenas, Acebes, Rato€ Y la que ha mantenido también Rajoy, quien ha reconocido que en 2004 fue informado por el área económica de las actividades poco claras de Francisco Correa, motivo por el que se prescindió de él y dejó de ser contratado. No ha quedado claro cómo fue posible que este sujeto siguiera trabajando para el PP en otras comunidades (Valencia). Como ha dicho Villegas, de C´s, es difícil de creer que un director de campaña no tenga idea al menos de los grandes números de la financiación de la misma.

Rajoy también ha negado tajantemente haber cobrado sobresueldos en negro como los consignados en los papeles de Bárcenas -se ha mostrado a la sala una de las muchas anotaciones, esta del año 2000-, ya que cuando percibió complementos, antes de estar en el Gobierno (es decir, cuando no había incompatibilidad), fue legalmente y con el consiguiente control fiscal.

En definitiva, la deposición testifical de Rajoy no ha iluminado el caso, pero sí ha acentuado el desgaste no sólo del declarante sino también del Partido Popular e, indirectamente, del sistema de partidos (de los viejos partidos), de un régimen que no ha sido capaz de prevenir e impedir tanta decadencia. Parece claro, en fin, que se ha cometido un colosal delito de negligencia, que ha tenido y seguirá teniendo inevitables consecuencias políticas.

Lo único positivo de esta escena judicial que ha dejado un regusto amargo en el paladar es la constatación de que el sistema democrático no ha transigido con el poder, y que el propio presidente del Gobierno ha tenido que cumplir puntualmente con sus obligaciones testificales. Es una lástima que la ubicación del testigo en un lugar impropio haya quebrado la apariencia de neutralidad de un tribunal que tuvo el valor de negarse a que el testigo declarara por videoconferencia como pretendió en un primer momento. Ha faltado un poco más de arrojo en este gesto y en la actitud del presidente del tribunal para que la justicia saliera indemne de la prueba.

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