Hay dos condiciones del ser humano de las que parece imposible que pueda librarse. La condena a perseguir el objeto del deseo que siempre está un poco más allá, y la imposibilidad de vivir sin alguna forma de dependencia de los otros.

Estas dos condiciones han permanecido inalterables pese a todos los cambios sociales y tecnológicos de la historia de la humanidad. La ingeniosa viñeta de humor de Santi Gutiérrez que el domingo 23 de este mes publicó este medio, hace exclamar a un personaje "Ay? quisiera poder tener la vida que llevo en Instagram".

La expresión del personaje de Gutiérrez sirve para evidenciar las dos condiciones. La frustración de no tener lo que se desea y la feroz compulsión a buscar la mirada ajena de las redes sociales. En Mallorca somos testigos de un fenómeno de la modernidad que está tomando características desmesuradas, el turismo.

Mucha tinta corre estos días sobre la alteración que la llegada de millones de turistas produce en la vida local. Los beneficios de algunos y los perjuicios de otros. Pero, ¿por qué vienen? ¿Por qué en los últimos años millones de personas se vuelcan al turismo?

Cabe destacar que la inmensa mayoría de viajeros no tiene un elevado poder adquisitivo. Lo que se evidencia en que el negocio se vuelque más y más al low cost. La letra de una de las canciones más populares del autor brasilero Vinicius de Moraes, que paradójicamente se llama La Felicidad, dice "la gente trabaja el año entero por un momento de felicidad". Se refiere al Carnaval.

Pues muchos de los que llegan, soportando las nada amables condiciones del turismo masivo, en lugar del Carnaval de Vinicius buscan el verdor del jardín del vecino que siempre parece más verde que el propio. No olvidemos que los aviones tampoco vuelven vacíos. Los mallorquines también van al jardín vecino. ¡Ay! El inalcanzable objeto del deseo que cada vez más llena los cielos y los mares de millones de almas que saltan de su jardín al del vecino. El consumismo obedece a esta misma condición.

La otra cuestión es que la vida urbana tiene un carácter cada vez más solitario con menos peso del grupo familiar, la vida de barrio y las tertulias de bares y plazas. Hasta los clubes están siendo reemplazados por empresas privadas. Pero paralelamente asistimos al crecimiento de las redes sociales, la "intimidad pública", la vida personal que los usuarios exhiben en la red sin otro sentido que apelar a la mirada ajena y construir, como en un espejo, una vida deseada. Como bien dice la viñeta de marras, la vida que se quiere tener.

El hecho de que ser visto, reconocido, envidiado o admirado es un fluido que alimenta la identidad y la autoestima, apareció ya en el congreso de psicoanálisis de 1936, en un trabajo que llevaba sugestivo título "El estadio del espejo en la formación del yo" cuyo autor fue el discutido psicoanalista francés Jacques Lacan. La hipótesis supone que el origen del ser está en la mirada de las personas significativas de la infancia. Por lo que se ve esa dependencia no acaba. El sarcástico Tom Wolfe afirmó que la más segura cura para la vanidad es la soledad.

*Psicólogo