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Artículos de broma

La cárcel mola, tíos

Ya sólo se habla de la libertad para referirse a comprar y vender. La otra no importa. Por eso nos cuentan a todas horas que la cárcel mola. Los reality tratan de gente encerrada voluntariamente durante varios meses, sea en una isla como la Guayana francesa de la que escapó Papillón, sea en un chalé videovigilado. Parece que están vendiendo la intimidad pero no. Son exhibicionistas: regalan su intimidad. Lo que están vendiendo es su libertad.

Hay famosos que salen rápido del encierro y ven la cárcel desde el estudio, como comentaristas, pero son perdedores. Al revés que en la realidad, los que escapan, pierden. Fuera de los programas de reclusión en circuito cerrado, la cárcel de verdad también mola. Con qué naturalidad entran y salen pantojas, ortegas, canos, descendientes y colaterales y cuando salen nos ofrecen "su mejor cara" y tiene un coche mejor y un caché más alto que antes de entrar.

Los reporteros del telediario esperan a la puerta de la cárcel a personas que ocuparon brillantes cargos públicos y nos dieron ejemplares lecciones de economía y de emprendimiento. La cárcel es la última lección del capitalismo idiota del fracaso. Como el fracaso es lo que más sucede, un proselitismo predica que es más necesario que el triunfo. Han creado el positivo orgullo de los triunfadores del fracaso mientras los triunfadores del triunfo se lucran como siempre.

En la lista de espera de la cárcel hay presos económicos de segunda generación como el montón de Ruiz-Mateos. La cárcel mola porque molan las experiencias extremas de supervivencia y hay muchos famosos con los que convivir. Es el precio de que te pillen por tener gustos caros y permitírtelos aunque no debas, seas Escobar o el Chapo, Rato o Conde.

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