Diario de Mallorca

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José Carlos Llop

Una cosa mentale

Todo va tan deprisa que escribir un titular como "Cien días que conmovieron al mundo" hoy es imposible. Con una semana va que chuta y para muestra, la prensa. Todos los veranos encuentro periódicos del verano anterior, o más atrasados incluso, que no tiré. Cada uno de ellos es una caja de sorpresas no tanto porque no recordemos los hechos, sino por haber olvidado la mayor parte de sus detalles y sobre todo, la atmósfera que provocaron esos hechos y su tratamiento informativo. Olvidamos, imagino, para sobrevivir: no hay tiempo suficiente para asimilar las épocas convulsas y la nuestra lo es. Viajamos por ella como surfistas sobre la ola: demasiado ocupados en no perder el equilibrio. Y tampoco la fuerza, la que nos quede.

Hace una semana encontré un atado de seis periódicos en un trastero. Los seis eran de julio de 2013 y sólo sus portadas -no me adentré- eran vertiginosas: los políticos que llevaban años gobernando Mallorca entraban en la cárcel uno tras otro; se desmantelaba una violenta mafia alemana en el Arenal; un periodista que lo fue todo en Palma era condenado a pérdida de libertad; un incendio arrasaba mil seiscientas hectáreas de bosque en Andratx; y un conseller del Govern era condenado a 16 años de pena de prisión, tras un juicio donde los testimonios parecían sacados de un pasaje chino de Marco Polo, pasado por una película de López Vázquez. En cuanto a la Península un tren descarrilaba y morían cerca de ochenta personas mientras Bárcenas jugaba a mus en la cárcel. Había más: una universidad de Madrid debía emitir un informe sobre la protección -o no- del edificio de Gesa (ahí sigue) y -conexiones internacionales que no falten- un acusado solicitaba la presencia de Corinna Nosécuántos en la instrucción del caso Palma-Arena. Seis días de la última semana de julio. Parecen noticias de anteayer y sin embargo todas ellas tienen cuatro años ya: casi mil quinientos días. La ola que no cesa.

De entonces hasta hoy han ocurrido muchas cosas que no esperábamos. Y seguirán ocurriendo. Han ocurrido en política, en empresas y negocios, en la iglesia local y en el Real Mallorca. Han ocurrido en otros lugares que no recuerdo, pero han ocurrido. Es muy popular la frase de Conversación en la catedral: "¿En qué momento se había jodido el Perú?". Vargas Llosa tenía 33 años cuando la publicó y es su mejor novela, aunque en cuanto al manejo del tiempo no supere a La fiesta del chivo. Es muy probable que en años futuros, algún joven novelista mallorquín que aún no lo es -novelista, digo- escriba la crónica novelada de aquellos años -éstos- donde vivimos en la espiral vertiginosa como si no pasara nada, mientras pasaba de todo. Los años en que el periodismo se adueñó de la ficción que se encierra en la realidad.

En el recién publicado libro-entrevista de Guillem Frontera hay un pasaje donde el escritor dice: "Mallorca ja és com la pintura segons Leonardo: una cosa mentale. El país el duus dedins". El diagnóstico es impecable y la única realidad de la isla es su radiografía. Pero ya confundimos lo que se ve con lo que antes no se veía. ¿Cuántos países -distintos o no- llevamos dentro de esa cosa mentale en que se ha convertido Mallorca? Una sociedad desarticulada y desestructurada que se defiende como puede del vértigo, añadiéndole a menudo más vértigo y dispersión. Surfeando sobre la ola y bajo la ola. Y estos últimos veranos, la ola es humana, como una premonición del colapso.

En la Mallorca de Frontera -que es muy parecida a la que uno encontró al salir a la calle- no hay olas humanas, sino personas. Ocurre cuando alguien se convierte en tiempo y Guillem Frontera, en este libro, es tiempo y desde ese tiempo -ya desaparecido salvo en su memoria- nos habla. La pregunta sería: ¿cómo desembocó aquella Mallorca en ésta de ahora? Frontera contó su protohistoria en Els carnissers y esa novela es clave para entender algunas de las cosas que nos ocurrieron después. Pero todo ha ido tan deprisa en lo que va de siglo XXI, que nada basta y tampoco sabemos si seguiremos vivos cuando el joven novelista que aún no lo es, se decida a desentrañar el acelerado presente continuo donde ahora vivimos. Y donde todo ocurre como en esos documentales en que las nubes de un día pasan ante nuestros ojos en sólo dos minutos.

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