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Deriva autoritaria

La depuración realizada en la cúpula del poder catalán, que ha supuesto el ostracismo de las personas menos entusiasmadas con el proceso soberanista, sería el presagio de un régimen autoritario si el objetivo de los que han cometido el desmán se viera cumplido. Del discurso de los dirigentes del club independentista se desprende el lema fascista por excelencia: el fin que perseguimos es tan excelso y deseable, será tan grande la felicidad que aguarda a nuestros conciudadanos que el fin justifica los medios. Hay parangones que podrían hacerse y que no traigo aquí para no amargar el desayuno de algún lector.

Otros, en cambio, pensamos al contrario: cualquier objetivo político que suponga una sola postergación, que dé por inevitable cualquier humillación de un ser humano, es por definición inaceptable y debe ser descartado. Y si el objetivo de la independencia comporta, además de la grave fractura que ya se ha creado -y que afecta a lo más hondo de la sociedad catalana-, una escisión política y social, quienes persistan en el empeño a pesar de todo demuestran falta de principios y una clara connivencia con una ética autoritaria. Deberán rendir cuentas por ello.

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