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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Cálculo impiadoso

Entra todavía más el verano en el cuerpo pero no menos en el espíritu. Cuando uno espera ausentarse de malas noticias y tal vez caminar por nuevos y deliciosos derroteros, de pronto nos ataca, aunque puede que nos sorprenda ya muy poco, esa impiedad que solemos ocultar en nuestro yo más oscuro y que solamente surge en situaciones límite, permitiendo que se conozca de verdad lo que somos y lo que deseamos.

Pues esto me ha sucedido hace pocos días, al conocer la reacción de Podemos ante la liberación de Leopoldo López y la alcaldesa de Madrid al saberse enfrentada a los veinte años del caso Blanco. Con gente así, se hace difícil creer en el rol de los políticos, si bien sean mínimos casos que repugnan a cualquier demócrata. Sí, la mayoría están donde deben de estar en estos momentos, pero resulta incomprensible la actitud de estos pocos, sobre todo porque representan a un montón. Ahí reside el problema último, en que estos personajes obran como obran pero representan a muchos otros que seguramente están en absoluto desacuerdo.

Iglesias y Carmena, que son inteligentes, harían bien en revisar ideología y cálculos para no caer en tanta impiedad. Todos nos sentiríamos más limpios moralmente como miembros de la ciudadanía. Mucho más limpios. Con menos vergüenza ajena.

Pero uno comprende al señor Iglesias: si tú has colaborado en la creación de un sistema determinado, ¿cómo no vas a justificar cuanto lleve a cabo? Tú teorizaste y los demás, se llamen Maduro o lo que sea, se limitan a sacar consecuencias. Tú pusiste la semilla destructora y buenos amigos y amigas se limitan a recoger las manzanas maduradas en tu simiente. Es lo peor que hay en los ideólogos a la violeta. Mucho pueblo sí, pero otra cosa es si ese mismo pueblo intenta licenciarse. Entonces, no. En absoluto. Y tú, en la lejanía, obras según la semilla que pusiste, y que ahora arrasa desde la impiedad más deleznable. Nunca llegamos a saber la maldad de las semillas hasta que surge el fruto apabullante, arrasador, envenenado. Cuando aparecen muertos, encarcelados, torturados, entonces nos preguntamos por los sembradores, tantas veces exquisitos profesores de universidades con pedigrí. Donde, para colmo, enseñan cómo escoger la simiente política y además el método más eficaz par para sembrarla. Simiente de Chávez convertida en manzana de Maduro. Una marca premium.

Lo de Carmena es mucho más doloroso o, si se prefiere, mucho más vergonzante. Tengo la seguridad de que esta mujer no piensa como ha decido actuar, pero quienes la rodean y con los que ha pactado no son de fiar, y la están utilizando como era de esperar: en beneficio de casi la misma ideología del caso anterior, que destroza ilusiones y mata evoluciones conceptuales. El bueno de Miguel Ángel Blanco, cuya suerte fue el detonador que, al fin, nos puso ante la voracidad de los etarras, del terrorismo en general, una muerte sintomática de tantas anteriores y posteriores, ¿no merecía este hombre absolutamente emblemático un recuerdo individual de la alcaldía capitalina española? No valen matices posteriores que solamente han aumentado la debacle moral de la primera medida. Qué triste es contemplar a una mujer entrada en años excusar lo que es inexcusable, rodeada de micros de periodistas con rostros censores. Pero cada vez se hace más frecuente esta Carmena condicionada por sus huestes capitalinas. Pactos con sus correspondientes consecuencias, que obligan a representar a individuos impresentables, que desconocen la misericordia, clave en política. Porque cuando el político no es misericordioso se torna vengativo, implacable, violento, destructor, persona de partido más que persona propiamente tal. Cuidado, amiga mía, cuidado en no acabar donde nunca quisiste estar, rodeada de jóvenes tigres. No te pierdas.

Quien no está con Leopoldo López y su causa es que está en algún otro sitio innoble, y quien no se coloca junto a Miguel Ángel Blanco es que permanece en manos de los violentos renacidos. No caben matices dialécticos. No valen excusas nominalistas. Pero la verdad es que nosotros, los ciudadanos de Palma y de Mallorca entera, tampoco solemos reaccionar ante casos así con la valentía que debiéramos. O tal vez se trata de nuestro "dejar hacer"? hasta que los turistas nos molestan y entonces pintamos frases despectivas en las paredes de la ciudad. Solemos reaccionar ante el agravio personal, pero mucho menos cuando se trata de un agravio moral, de los que no nos atañen directamente a nosotros.

Quien esto escribe, pudo hacer más. Y no lo hizo. La equidistancia, los cálculos, nunca mirar de frente, siempre conducen a la impiedad.

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