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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Granados como víctima

Según viene defendiendo Francisco Granados, ha sido víctima de tener un millón largo de euros en Suiza. Por si esta tragedia no conmueve a la parroquia que paga impuestos, añade que el verdadero villano a la sombra de Esperanza Aguirre se llama Ignacio González. Aquí no solo se plantea un dilema ético, porque pobre del país obligado a elegir entre ambos políticos. También aparece una crisis de identidad. En efecto, debe respetarse a quienes somos incapaces de deslindar entre Granados y González, con el riesgo consiguiente de atribuir a uno las andanzas del otro, a menudo intercambiables.

En su enternecedora presunción de inocencia, Granados no debería abusar de la capacidad de compasión de la audiencia. La cuenta millonaria en Suiza de un gobernante no puede despacharse como un mero "error". Si su beneficiario era consejero de Justicia, la equivocación adquiría en sí misma ribetes criminales. Si además se sentaba en las tertulias de La Sexta para pontificar antes que platicar sobre la decencia política, tal vez correspondería una contrita demanda del perdón público. Pero no, el cachorro de Aguirre se escuda en la Ser en que de Suiza "lamentablemente es muy fácil entrar pero casi imposible salir". Aquí sería obligado escrutarle el rostro. Solo así se averiguará si se está riendo de los españoles, tras ocultar en un altillo una fortuna que la mayoría de nuevos contratados laborales necesitarán cien años de trabajo para reunir, si no comen ni se visten.

Sin embargo, no debemos culpar a Granados del dificultoso afloramiento de las cuentas suizas. Será por la escarpada orografía helvética, replicada en la también montañosa Andorra, pero tampoco Pujol encontró un hueco en sus desahogados años de mandato para legitimar la sospechosa herencia del abuelo Florenci. Y parece ser que linajes regios y bancarios también escamotearon porque de Suiza "es difícil salir". Pues bien, visto el daño irreparable que el país centroeuropeo ha causado al inocente Granados, procede invadirlo sin más dilación. Con la honra no se juega.

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