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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El poder y la bacteria

Un principio básico del buen funcionamiento de una democracia es que los ciudadanos entiendan lo que dice y lo que hace su gobierno. Es el utópico caso de una sociedad de ciudadanos informados. A veces el reto es excesivo dada la complejidad de algunos asuntos, por lo que no hay más remedio que confiar en los representantes elegidos responsables del control al ejecutivo. A veces el oscurantismo es el método para obviar debates que se presumen complicados si se producen en los medios de comunicación. En otros casos, cuando la gestión de un determinado asunto ha sido deficiente por parte de las distintas fuerzas políticas, se establece un tácito pacto de silencio para evitar un perjuicio mutuo. Está por ver si no ha sido así en el caso de la epidemia de Xylella Fastidiosa que amenaza de forma ominosa la agricultura en Balears, pues la administración responsable ha sido dirigida tanto por el PP como por el PSOE y Més con el apoyo de Podemos. Los biólogos dicen que la propagación de la epidemia es siempre por falta de control.

La Xylella es una bacteria fitopatógena cuyo vector de transmisión es un insecto que se alimenta del floema de las plantas. Cuando el insecto succiona un árbol infectado se convierte en portador; cuando repite la operación en un árbol sano, lo infecta. El intento de control epidemiológico que se ha ensayado en Italia, el que hace suyo la Comisión Europea, es el protocolo de erradicación. Consiste en el arranque y eliminación del árbol afectado y de todos los contenidos en una circunferencia centrada en aquél y de cien metros de radio. Aplicar este protocolo en Mallorca, donde sólo parecen exentos de la epidemia el municipio de Palma y los de la Serra de la Tramuntana, supondría, al parecer, según el Govern, la tala de más de 400 hectáreas. Pilar Costa, la portavoz, afirmó hace unas semanas que pedirían a Bruselas, "con el apoyo del gobierno central", que "ceda" y contemple a Balears como un caso excepcional; y en lugar del protocolo de erradicación, contemple para las islas el de contención, que consiste en eliminar solamente el árbol afectado (un silencio generalizado ha bendecido estas afirmaciones).

Si he entendido bien el significado de cada una de las opciones, parece claro que para la erradicación se necesita no sólo la eliminación del árbol infectado sino de todos aquellos susceptibles de estar en el radio de acción del insecto vector; que los técnicos conjeturan que es de cien metros. Esto querrá decir que, si se aplica la contención que exige el Govern, no se va a poder erradicar la epidemia. O lo que es lo mismo, que se va a extender, en las tres islas mayores, al conjunto de todo el territorio.

El otro apartado de la declaración de Costa que me ha sumido en el desconcierto es la demanda a la Comisión Europea de que contemple Balears como "caso excepcional" y que "ceda" en su directriz. Contemplar Balears como caso excepcional significa considerar que el insecto vector de la epidemia se comporta de una manera diferente en el continente y en las islas. El insecto nostro, un insecto nacionalista, tendría unas pautas de comportamiento propias, con una querencia por radicarse y alimentarse de un solo árbol y de desprecio por todos aquellos que se le ofrecen y a los que, con su autonomía de desplazamiento, podría acceder. Que Costa interpele a la Comisión Europea exigiéndole que "ceda" en su posicionamiento, es tanto como suponer que la directiva fitosanitaria no es tal, sino algo parecido a una sanción con la que el castillo kafkiano nos castiga por nuestras desgracias, y que por las circunstancias insulares debería rebajarse; algo que puede "negociarse". Y que el "sostenella y no enmendalla" de Europa no es sino una intolerable muestra de cerrilismo. No soy ni biólogo ni agrónomo, pero se me hace difícil imaginar que las epidemias se extiendan de forma diferente en el continente y Balears. Por supuesto que arrancar los árboles de 400 hectáreas es un desastre económico (desconozco si se tiene derecho o no a indemnizaciones de la administración), paisajístico y si me apuran, incluso moral. Pero este último achacable exclusivamente a la incapacidad de la administración autonómica para detectar y erradicar la epidemia en sus inicios, por mucha que sea la dificultad de aislar el patógeno en el laboratorio y por el enmascaramiento del mismo por el hongo que a continuación se hace con el árbol.

La impresión que a uno se le antoja verosímil es que al Govern actual, como al anterior, lo que le aterroriza es tomar una decisión que quizá le podría enajenar muchos votos en las próximas elecciones, especialmente a Més. Por desgracia es una conducta habitual en política. Asumir decisiones de un calado tal que se presume su repercusión incierta en un sector de la economía y de los votantes propios (la burbuja inmobiliaria en tiempos de Aznar y Zapatero, o afrontar la reforma del sistema de pensiones) es tarea a la cual se resisten los profesionales de la política, la gente que vive de eso. Uno puede razonar que más pronto o más tarde habrá que tomar medidas drásticas, pero ellos asumen el dicho mallorquín "qui dies passa, anys empeny"; y que quienes deberán tomarlas serán otros, en el futuro. Cuando ya las consecuencias sean irremediables y el desastre, total. Hay que ver lo que llegan a decir, ¡y con qué desparpajo!

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